En mis 48 años de vida en Chamberí he visto cómo se han destruido edificios y barrios enteros ante la perplejidad de sus vecinos. Hablo de casos tan importantes como el de la antigua iglesia del Buen Suceso, los bulevares y sobre todo del último caso de los edificios emblemáticos de Madrid y anteriormente protegido por Urbanismo, el situado en la calle de Alberto Aguilera, 25.
Se trataba de una construcción del recientemente homenajeado, por su gran aportación a la ciudad de Madrid, arquitecto Antonio Palacios, de una sencillez y belleza inestimable y con una aportación al conjunto de la zona espléndida. En una primera fase se realizó la destrucción de la parte del edificio que lindaba con la calle de los Mártires de Alcalá y Santa Cruz de Marcenado, a pesar de las ordenanzas de protección.
No satisfecha la capacidad especulativa, los vecinos hemos visto en el último año cómo se edificaba tras su desprotección y con una generosidad increíble un edificio sobre el mismo de siete plantas y con una fachada exclusiva de cristales. Creo que con estas actuaciones estamos haciendo un flaco favor a nuestra ciudad y a futuras generaciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de mayo de 2003