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Crítica:

Otro de los nuestros

Philip Gourevitch reconstruye la historia de Frank Koehler: un hombre que mató a dos amigos y dedicó 25 años a borrar sus huellas y a crearse una nueva vida.

Para este mismo verano está previsto que Frank Koehler, que en 1970 mató a dos amigos suyos después de una discusión, solicite la libertad condicional. Desde que cometió el delito hasta que fue finalmente detenido pasaron 27 años, y seguramente esa detención no se habría producido si Andy Rosenzweig, inspector de policía que en aquel momento veía inminente su jubilación, no se hubiera empeñado en reabrir un caso que otros habían dado por cerrado.

El escritor Philip Gourevitch conoció a Rosenzweig a través de un primo suyo y decidió reconstruir toda la historia, desde los primeros delitos de Koehler hasta su detención y su posterior condena, pasando por el largo proceso de investigación. Es ésta la parte más interesante del libro, la de la búsqueda de un antiguo criminal que ha dedicado más de un cuarto de siglo a borrar sus huellas y forjarse una nueva identidad, y uno se pregunta si el doble asesinato habría quedado impune en el caso de que Rosenzweig no hubiera sido amigo de una de las víctimas. Esta pregunta, sin embargo, no sólo no encuentra respuesta en el reportaje de Gourevitch, sino que ni siquiera llega a formularse.

CASO CERRADO

Philip Gourevitch. Traducción de Flora Casas. Alfaguara. Madrid, 2003. 185 páginas. 14,50 euros

Sorprende esta laguna en un trabajo tan minucioso y exhaustivo como el realizado por Gourevitch, que se entrevistó con todas las personas implicadas en el caso: con los policías que intervinieron en la investigación, con el abogado de Koehler, también por supuesto con el mismo Koehler, un personaje vulgar y sin grandeza que no llega a estar a la altura de su propia semblanza. En algún momento se nos dice que Koehler frecuentó en Nueva York a los atracadores retratados por Scorsese en Uno de los nuestros. De hecho, su historia, aunque contada desde el punto de vista de un ciudadano sin problemas de integración social, podría ser la de cualquiera de los secundarios de esa película.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de mayo de 2003

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