Es posible que usted, señora de Miguel, viva mejor ahora, como consejera portavoz del Consell Valenciano, que en 1995, cuando -creo- ejercía como médico. Es probable también que su jefe y correligionario, el señor Zaplana, disfrute más ahora como ministro del Gobierno, con unas facilidades crediticias para la adquisición de vivienda lejos de nuestro alcance. Es fácil que muchos estómagos agradecidos al PP disfruten con su gobierno y teman un cambio en las elecciones. Es probable, por último, que alguna gente de buena fe, adoctrinada por los informativos de una televisión pública, manipulada por el gobierno que la controla; o maravillados por las constantes inauguraciones de primeras piedras o traviesas y proyectos virtuales, llegue a pensar que la permanencia de los populares es condición sine qua non para su felicidad.
Son ustedes unos magníficos vendedores de humo. La gran mayoría de los valencianos, en cambio, entonces como ahora, sobrevive como puede: acude a su trabajo, intenta ser feliz, tiene sus buenos o malos momentos y va capeando el temporal. Todo ello, a pesar del gobierno (y del partido que lo detenta). No intente hacernos creer que, antes de gobernar el PP, no existía vida o vivíamos en la prehistoria; ni pretenda asustarnos con las funestas consecuencias de una Generalitat gobernada por un batiburrillo de socialistas, comunistas y ecologistas. Muchos votaremos en libertad y sin miedo; pero por un cambio en la manera de gobernar ¿Qué podemos perder? La izquierda seguirá en el laberinto en el que entró en los noventa, pero el PP hace pervivir, bajo el caparazón de un centrismo liberal aparente, a todo un conglomerado de franquistas, reaccionarios y aprovechados de mucho cuidado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de mayo de 2003