Últimamente tengo la sensación de vivir en un clima de cierto olvido de la guerra, simple conflicto para algunos pocos, en Irak. Se dice que el tiempo lleva al olvido, pero la comunidad internacional, exceptuando a Bush, Blair y Aznar, no se puede permitir que el poco tiempo pasado convierta al número incalculable de víctimas en una simple consecuencia de guerra. Una vez más, las víctimas mortales han entrado a formar parte de un orden jerárquico, donde los muertos adquieren mayor o menor importancia según cuál sea su origen. Por ahora, la formación de un nuevo Gobierno en Irak tiene toda la atención mediática, y la ONU, por el momento, no se pronuncia con claridad sobre el futuro de Irak. Las reivindicaciones las hicimos, no fueron escuchadas y ahora es el momento de pedir responsabilidades.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de mayo de 2003