Mientras los candidatos se dedican a pregonar y prometer lo que probablemente no cumplirán, los ciudadanos cumplen calladamente su labor cotidiana. Mientras nos preocupamos por si Ronaldo, Raúl u otras figuras estarán a punto para las grandes ocasiones, no reparamos en que, si Makelele no puede aportar su grano al equipo, éste estará inevitablemente condenado al fracaso.
Un equipo, un país no funcionan con grandes figuras ni grandes declaraciones. Solamente acciones y comportamientos anónimos son los que realmente hacen agradable y posible un mundo en el que el vocerío y la ramplonería se empeñan en hacerse exclusivos protagonistas.
Entretanto, la discreta encargada de un supermercado Día del barrio de Valdebernardo en Madrid nos da su pequeña/gran lección, atendiendo con mimo a una persona invidente que se acerca en solitario a comprar a su establecimiento. La acompaña y le va explicando pacientemente productos de cada stand, diferencia entre unos y otros, precios, calidades.
No es consciente, quizás, de la importancia de su trabajo. Nadie le agradecerá su labor, salvo quizás la persona atendida. No saldrá en ninguna portada, ni nadie la felicitará. Al menos, dormirá con la conciencia tranquila del deber cumplido y nos habrá dado, sin pretenderlo, una gran lección a quienes pasamos el día embobados ante la telebasura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de mayo de 2003