A principios de los 80, los responsables de la bodega Txomin Etxaniz impulsaron la denominación de origen Getariako Txakolina. La iniciativa pretendía profesionalizar a todos los elaboradores, dotando al txakoli de un marchamo de calidad.El proyecto de la D.O. ya ha alcanzado la madurez y los hermanos Txueka siguen a su vanguardia. No hay más que pasear por los viñedos para ver los trabajos de campo perfectamente adaptados al entorno, ese paisaje que recuerda a otras zonas de grandes viñedos, como Oporto, Priorato o Alsacia.
Demuestran un extraordinario conocimiento del medio y una enorme preocupación por preservar las variedades autóctonas hondarribi zuri y beltza. Se proveen del material vegetativo de sus propias cepas, centenarias y prefiloxéricas, una labor más costosa que adquirirlas en viveros, pero que a la bodega le da más satisfacción y calidad en sus mostos.
Elabora su vino partiendo de esas dos castas, de color amarillo pálido, muy intenso en nariz donde las notas de cítricos y bollería se vuelven a representar en el paladar con sus puntos justos de acidez y donde el carbónico juega un factor de permanencia en boca de todas estas notas agradables. Es este mismo carbónico de la fermentación el que luego se destruye en muchos locales cuando se escancia el vino como si se tratase de sidra, convirtiendo el txakoli en un producto soso y plano en el paladar. A los defensores de estas artes, sólo decirles si han visto alguna vez escanciar otros productos con carbónico natural, como cavas o el champán.
El txakoli es un vino serio y debe huir de esta parafernalia de fiesta y servirse con todo el rigor, el mismo que los responsables de esta bodega tienen en todas las fases de su elaboración.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de mayo de 2003