Paloma Jerez lleva tres semanas encerrada en una iglesia de Madrid. Asegura que Bio-Bac le curó un cáncer de mama y ahora cree que encerrarse para lograr su legalización es "un acto de responsabilidad". Con ella hay seis consumidores día y noche en un cuarto de 20 metros cuadrados sin ventilación. Otros 40 van de día. "Bio-Bac es nuestra vida", afirman. Sus historias son parecidas: graves enfermedades, tratamientos tradicionales espantosos y una cura milagrosa, Bio-Bac se anunciaba contra el cáncer, el sida y la hepatitis entre otras, aunque no tenía permiso del Ministerio de Sanidad. Los enfermos han realizado media docena de encierros. En la iglesia hay angustia. Los 2.500 frascos que robaron del chalé de Rafael Chacón en diciembre se acaban y ellos piden más. Chacón es responsable del producto y está acusado de estafa, intrusismo y delito contra la salud pública.
"Si se aprueba esto, ¿quién se va a gastar dinero en ensayos clínicos serios?"
La historia del sufrimiento por culpa de Sanidad es demasiado jugosa como para que un político en campaña la deje pasar. El PSOE ha presentado una proposición no de ley para que el Gobierno considere Bio-Bac como complemento dietético (la ley impide comercializar con esta fórmula productos con indicaciones terapéuticas); IU ha pedido su uso compasivo (reservado para los fármacos en ensayo cuando no existe tratamiento); el BNG y Los Verdes también han pedido la liberación del producto. Oposición a la que se ha sumado Esperanza Aguirre, candidata del PP a la Comunidad de Madrid, que se ha ofrecido a mediar por Bio-Bac.
El director de la Agencia del Medicamento, Fernando García Alonso, asegura que es "un medicamento ilegal, que no ha pasado los controles" y que estas peticiones son inviables: "Aunque quisiera liberarlo, no podría. Está incautado por un juez". Es lo que afirma un informe jurídico de Sanidad, aunque en febrero se ofreció a darlo como complemento dietético. García Alonso añade: "Tenemos un sistema para aprobar los medicamentos con garantías del que no podemos abjurar porque un señor decida que su brebaje cura el cáncer. Sería abrir la puerta a cualquier curandero". Bio-Bac costaba 150 euros al mes. Cada año más de 80.000 españoles fallecen por un cáncer y se producen unos 120.000 nuevos casos.
Mariano Avilés, presidente de la Asociación Española de Derecho Farmacéutico, señala: "Es una irresponsabilidad para pedir votos".
José María Múgica, de la Organización de Consumidores y Usuarios, indica: "La proposición resulta sorprendente, salvo si se incluye en un proceso electoral". El presidente de la Sociedad Española de Oncología, Javier Dorta, se pregunta: "Si se aprueba esto, ¿quién va a gastar dinero en ensayos clínicos serios?". Fernando Peregrín, que medió entre Sanidad y los enfermos, critica que se politice la Agencia del Medicamento y señala que si ésta aprobara Bio-Bac haría el ridículo ante la UE. La secretaria de Políticas Sociales del PSOE, Consuelo Rumí, defiende que el motivo de su petición es ayudar a "unos pacientes angustiados". Marisa Castro, de IU, afirma: "No queremos darle carácter de medicamento, sino ayudar a los pacientes". Todos coinciden en que vender un milagro es inmoral, pero Castro siembra la duda: "¿Tenemos derecho a impedirles a los pacientes algo que creen que les beneficia?".
En este caso el derecho de unos consumidores con fe en el producto va de la mano del derecho del fabricante. Chacón pasa a menudo por la iglesia e intercambia documentación con los pacientes. Otros consumidores le han denunciado, reconoce. Varios juristas consultados advierten de que cualquier legalización de Bio-Bac supondría cerrar el proceso judicial.
El abogado de Chacón, Enrique Sánchez de León, fue ministro de Sanidad con la UCD y asegura que no hay delito contra la salud pública porque Bio-Bac "es inocuo". Cuando en octubre la Guardia Civil incautó el producto tras la denuncia de la Agencia Medicamento, Ana Pastor dijo que era "presumiblemente inocuo". Sin embargo el Supremo condenó en abril al doctor Amat por un delito contra la salud pública, por dar urea (algo inocuo) para el cáncer porque los pacientes habían dejado el tratamiento convencional. El oncólogo Antonio García afirma que muchos de sus pacientes dejaron el tratamiento por Bio-Bac.
Fuentes de la Agencia del Medicamento lamentan el uso del término inocuo, "porque Bio-Bac se fabricaba en un laboratorio veterinario y en condiciones insalubres". Estas fuentes señalan que "un producto inocuo se puede convertir en inseguro si se fabrica sin control de calidad. Es el caso de los viales de Bio-Bac contaminados con hongos".
Chacón asegura que el laboratorio tenía permisos, aunque reconoce: "No sé si tenía licencia para fabricar medicamentos de uso humano".
Bio-Bac no es nuevo. Aparece en 1967, cuando Fernando Chacón, farmacéutico de Córdoba y padre de Rafael, inventa una "autovacuna de enzimas vivientes" contra el cáncer. En 1970, Sanidad le pide que deje de fabricarlo. En 1986 Sanidad estipula que la autovacuna no es medicamento. Lo confirma la Audiencia Nacional en 1990 y el Supremo en 1992. Chacón intenta sin éxito aprobarlo entre 1991 y 1994. La autovacuna desaparece hasta que en 2000 Rafael decide comercializarlo y publicitarlo en Internet como Bio-Bac. La cronología la dio el subsecretario de Sanidad en el Congreso.
Bio-Bac es, según Rafael Chacón, "el resultado de unas enzimas vivientes que producen bacilos esporulados, que, lisados, dan unas proteínas que inactivan el cáncer". Chacón dice que el descubrimiento de una cura contra tantos males no se publicó en ninguna revista científica porque éstas están en manos de las multinacionales. Afirma que una gran empresa intentó comprarle la patente. Luis Capelli, presidente de los consumidores, asegura que los oncólogos están para perpetuar el sufrimiento de los enfermos y hacer dinero.
El PSOE pide que el Gobierno pague ensayos con Bio-Bac. El caso es similar al del médico italiano Luigi di Bella, que decía tener un remedio para cáncer. Italia lo prohibió en 1998, los pacientes protestaron y el Gobierno pagó un ensayo que, al poco, paralizó por los malos resultados. Chacón no compara a su padre con Di Bella ni con Amat. Lo hace con Prusiner, Nobel de Medicina por descubrir el prión.
Desmentido científico
El fabricante de Bio-Bac, Rafael Chacón, afirma que Bio-Bac tiene ensayos clínicos en Fase II (previa a la comercialización) en sida y en artrosis y otros más en fases anteriores en varias enfermedades. Chacón niega que esos ensayos hayan recibido rechazo.
La FDA (la agencia de medicamentos de EE UU) escribió el 21 de Noviembre de 1997 una carta a Chacón tras haber presentado éste dos ensayos para pacientes con sida. "El diseño y los resultados de los dos ensayos completos no parecen apoyar la seguridad y la eficacia del producto", afirma la carta. Y sigue "...los estudios no supusieron ninguna reducción en la carga viral [...] en ninguna de las dosis ensayadas". Más adelante: "... 5 de los 10 voluntarios que recibieron las dosis de dos unidades intramusculares [...] durante 12 semanas se retiraron del estudio antes de terminarlo, lo que levanta dudas sobre la tolerancia y eficacia". Bio-Bac se daba como jarabe pese a que la mayoría de los ensayos se hicieron en inyectables.
Chacón niega haber enviado documentación a la FDA: "Estábamos en contacto con ellos en 2002 para legalizarlo como complemento dietético". Chacón afirma que los ensayos implican "un descubrimiento clínico revolucionario".
Sobre el ensayo en artritis, realizado por la empresa SGS Biopharma de Bélgica, también hay dudas. Chacón afirma que "La intensidad del dolor disminuyó. [...] Los pacientes mejoraron. [...] La tolerancia fue de buena a excelente." Una carta de SGS a Chacón del 27 de Enero afirma: "Nosotros concluimos que los resultados no permiten apoyar una evidencia estadística de un efecto beneficioso de Bio-Bac comparado con el placebo".
Chachón asegura que la carta sólo le pedía que no diera los nombres de los investigadores.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de mayo de 2003