Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944) ha novelado en Francomoribundia una historia de emociones y sentimientos en la transición política española. La novela, publicada por Alfaguara, es el segundo tomo de su trilogía El miedo y la fuerza tras La agonía del dragón y abarca los años más cruciales e intensos de la transición, los que van desde la agonía de Franco (1975) hasta el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981.
"La transición tiene un material literario interesante. Hay sangre, hay sexo, hay política, hay poder", aseguró ayer el periodista y académico en Madrid, durante la presentación de la obra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, acompañado por Amaya Elezcano (directora de Alfaguara) y Juan Cruz (director de comunicacion de Santillana).
"Francomoribundia es una obra de ficción y como tal debe ser leída. He tratado de contar la transición tal y como la vivían personas de mi generación, personas de carne y hueso", insistió el autor. "Se habla de temas recientes, aparecen personajes vivos como Adolfo Suárez u otros que han fallecido recientemente, se habla de hechos conocidos como la matanza de Atocha o los enfrentamientos en Montejurra o la bomba en la calle del Correo, pero están narrados por sus protagonistas, que son de ficción", aseguró el que fue primer director de EL PAÍS, desde su fundación en 1976 hasta 1988, testigo privilegiado de la transición política en nuestro país.
Francomoribundia se compone fundalmentalmente de dos monólogos, uno de Franco muriéndose en la cama de un hospital y otro de un diputado de UCD secuestrado la noche del 23-F en el Congreso.
"¡Señor, Señor¡, tú sabes mejor que nadie lo duro que es morir. Es mucho más difícil que matar". La frase corresponde al sorprendente y largo monólogo de la agonía del general Franco, en el que hace un repaso a su vida, y con el que Cebrián inicia la novela. "Está muy cabreado", aseguró ayer el autor, refiriéndose al dictador, "porque su familia no le hace mucho caso y le está utilizando y le está alargando la vida artificialmente con dolores espantososos. Él, que era el enviado de Dios y tenía una misión salvadora para este país, muere hecho una especie de guiñapo sanguinolento encima de una cama de hospital de la Seguridad Social. Muere sin ninguna grandeza, sin ningún tono épico o heroico".
Había curiosidad entre los periodistas por saber cómo Cebrián se había metido en la cama de Franco y, sobre todo, por lo que había encontrado dentro. "Disfruté mucho", aseguró divertido el autor. "Me metí en la mente de ese Franco moribundo, traté de meterme en sus pensamientos y decidir cuáles eran sus sensaciones". Por supuesto, confesó el autor, una de las condiciones para realizar este monólogo fue aceptar que Franco estaba de acuerdo consigo mismo. Lo que se encontró Cebrián fue un personaje "mediocre, sacado directamente de un catálogo de las enfermedades freudianas, horrorizado con las palizas que su padre alcohólico propinaba a su madre y convencido de que era un enviado de Dios".
Hoy, a las 19.30, en el teatro de la Abadía de Madrid (Fernández de los Ríos, 42), el autor conversará con Manuel Rivas y, a continuación, el actor y director teatral José Luis Gómez dramatizará parte del monólogo de Franco novelado por Cebrián. El aforo será limitado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de mayo de 2003