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José Luis Gómez "revive" en La Abadía la dramática agonía de Franco

Una cama de hospital, dos sillas blancas y una reliquia: el brazo incorrupto de Santa Teresa. El Teatro de La Abadía de Madrid se convirtió anoche en el oscuro rincón de la agonía de Franco. Un escenario dramático para la representación de Francomoribundia (Alfaguara) la novela de Juan Luis Cebrián que revive la historia de la transición y que arranca con la muerte del dictador. José Luis Gómez, director de La Abadía, con voz aflautada e impostadamente aguda, escenificó los monólogos de Franco en su lecho de muerte. Con el sonido de la respiración asistida de un moribundo como eco permanente de su recital, y con inquietantes imágenes de archivo como fondo del escenario, el actor -sentado y frente a un atril- leyó: "Pero ya pienso como si me hubiera muerto, y muerto no estoy, todavía hoy mismo se ha acercado a mi cama alguno de mis nietos, me ha palpado la frente y me ha dicho qué buen aspecto tienes, como dándome ánimos, sin imaginar lo que ansío el desenlace, sin intuir que lo del buen aspecto es una puñalada más contra el cumplirse de mis deseos...".

Poco antes del monólogo dramatizado de José Luis Gómez, en una sala completamente a oscuras en la que sólo se enfocaba el escenario, sentados a cada lado de la cama, Juan Luis Cebrián y Manuel Rivas hablaron sobre esta segunda novela de la trilogía El miedo y la fuerza (Alfaguara). Entre los asistentes se encontraban Fernando Lázaro Carreter, Mario Benedetti, Francisco Ayala, Emilio Lledó, Jesús de Polanco, Juan José Millás, Josefina Aldecoa, Manuel Vicent, Alicia Moreno, Elvira Lindo y Víctor García de la Concha.

"Cebrián", dijo Manuel Rivas ha creado "una arquitectura literaria sobre la fosa de la memoria". El escritor gallego añadió que Francomoribundia es una novela que demuestra "la valentía y el coraje de la inteligencia". Para Rivas esta obra describe, desde dentro, la muerte "vulgar y terrible" de un hombre que deseaba "la dignidad de un guerrero". "Y lo hace", añadió, "desde diferentes lugares". Así, el patetismo, el esperpento y la ironía se mezclan en las palabras y los delirios del anciano.

Manuel Rivas le preguntó a Cebrián si es posible una cultura democrática que no sea antifranquista, por los restos del franquismo, y por cómo se planteó un libro en el que Franco era una voz narrativa. El autor de Francomoribundia, que termina esta segunda entrega con el golpe de Estado del 23-F, parafraseando a Rivas, señaló: "Yo lo que quería era arrojarme a la fosa de la memoria para encontrar el sentir de mi generación".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 22 de mayo de 2003