Licenciado en Cataluña, me encuentro con que no se convocan plazas de profesor de Filosofía en secundaria aquí. Salen en Galicia, leo las bases del concurso: antes de poder hacer el examen me exigen conocimientos de gallego. Lo mismo en el País Vasco con el euskera. Es absurdo. ¿No sería mucho más razonable dejar hacer el examen y luego obligar por ley a la adquisición del conocimiento del idioma cooficial en la comunidad autónoma de que se trate durante los seis meses siguientes de prueba?
Pero el absurdo no acaba aquí: resulta que mis acreditados conocimientos de catalán no son homologables a los de valenciano, variante lingüística que además me es familiar aunque no la sepa hablar con la propiedad que da el ser natural de la tierra. Viva el cantonalismo lingüístico.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 22 de mayo de 2003