Que se sepa, ningún candidato electoral acudió ayer a la iglesia de Sant Agustí de Barcelona para ofrecerle rosas a la abogada de los imposibles, santa Rita. En cambio, como viene siendo tradición, los alrededores del templo estuvieron rebosantes de gente, en su mayoría mujeres, que mantuvieron el ritual de llevar rosas rojas a la santa para que las bendiga y les conceda los deseos que ninguna otra alta instancia celestial o terrena puede asegurarles. Como se aprecia en la imagen, las colas, aglomeraciones y escenas de devoción que suelen vivirse este día en la plaza de Sant Agustí parecen de otra época y otra ciudad, lo que siempre sorprende a los viandantes despistados, pero recuerdan que los ritos más ancestrales perviven en las aparentemente racionales sociedades contemporáneas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de mayo de 2003