Frecuentemente se dice que hay que votar concejales y no partidos. Así es en pequeñas ciudades: en las mayores no se conoce a quién se vota y se elige al partido. Los partidos fueron ejes de la democracia y eran de la izquierda: las clases sociales esquilmadas se unían para hacer frente a los individuos con poderes. Hoy no son democráticos: la lista cerrada, la disciplina interna, la personalidad dominante, hacen de cada uno un solo talante. En los sistemas actuales, sobre todo en España, que es una democracia reciente, mal fundada y sin tradición, el número de partidos se ha reducido hasta quedar prácticamente en dos; y en estos momentos, la posibilidad de que Izquierda Unida, minoritaria, y el Socialista puedan unirse vagamente frente al dominante que aún puede obtener mayoría relativa por inercia y desencanto. De esta forma es imposible que cada persona pueda encontrar el partido que le represente: hay más opciones para comprarse un par de zapatos que sienten bien. Se vota por aproximaciones, a desconocidos. Es decir, se vota a partidos. Conviene saberlo, no creer en la promesa de la plaza, la fuente, el jardín o el metro: se sabe lo que son las promesas electorales. Tampoco es mala intención del candidato: cree que podrá hacerlo y luego no puede o no le dejan, o el interés de su partido está en otra cosa. ¿Son distintos entre sí? Hay matices fuertes, como en Estados Unidos entre demócratas y republicanos. Hay talantes, hay jefes.
La situación actual en España es que un partido que representa a la derecha y que aunque se llame a veces centro (porque la palabra derecha no tiene prestigio lingüístico, desde los tiempos en que la inteligencia era pobre y de izquierda) no oculta sus sistemas: sus guerras, sus Escoriales, sus privatizaciones, sus leyes para sujetar a los que no tienen nada (inmigración, juicios rápidos); el antiterrorismo como fuente de alteración de la democracia. Tiene el valor de una inercia antiquísima. Lo que llamamos izquierda ha tenido una resurrección repentina: la guerra de Irak como resumen de un año de autocracia dura. Quizá sea demasiado pronto para su resurrección. Quizá su baza es que la derecha está agotada en esta versión.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de mayo de 2003