El 7 de mayo asistí al Tanatorio de San Fernando (Sevilla) debido a la muerte de un familiar. Después de un día agotador, a eso de la medianoche, me dirigí al aparcamiento con la desagradable sorpresa de encontrar un panorama desolador: la mayoría de vehículos habían sido destrozados, entre ellos el de mi marido y el de mi hijo, a quien además le sustrajeron de su interior los papeles del vehículo y las llaves de nuestra vivienda.
Los daños ocasionados, en la mayoría de los casos, fueron, entre otros, la rotura de lunas y la sustracción de objetos y de importante documentación. Al inmenso dolor por la pérdida de un ser querido se unió la indignación y la impotencia de ser víctimas del vandalismo y la delincuencia presentes diariamente en esa zona de una forma alarmante, convirtiéndose la asistencia al tanatorio en un peligro potencial para las personas y las cosas que allí se encuentran.
Si bien la primera reacción de cualquier persona es tomarse la justicia por su cuenta, cuando se reflexiona fríamente se ve que los auténticos responsables de esta situación no son los que ejecutan las acciones vandálicas, sino los que permiten que se produzcan con su pasividad y su irresponsabilidad a la hora de dar una solución adecuada al problema de fondo, que no es otro que la marginalidad a la que someten a estas personas.
No culpo ni puedo juzgar a las personas que no han tenido la oportunidad de vivir dignamente y a las que tampoco se les está ofreciendo los medios para salir de la situación de miseria en la que se encuentran. Sí exijo a los responsables políticos que adopten, de una vez por todas, las medidas oportunas para erradicar definitivamente la marginalidad, la delincuencia y el vandalismo de las calles y barriadas de nuestra ciudad.
Ya es hora de que se pongan el mono de trabajo y dejen a un lado la retórica propagandística cada vez que hay elecciones. Estamos hartos de tantas mentiras y de que prometan cosas de forma gratuita, sin asumir ningún tipo de compromiso con los ciudadanos. Queda, pues, en evidencia la política en materia de integración de los grupos marginados, así como la eficacia de los operativos de seguridad ciudadana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de mayo de 2003