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Reportaje:ELECCIONES 25M | Las reacciones de los partidos

Esperando el premio gordo

Los socialistas celebraron con moderación el escrutinio, convencidos como estaban de que iban a ganar

Hace mucho que aquí no cae un premio gordo. Es más, desde 1993 -que se dice pronto- aquí no tocan más que pedreas. Desde entonces, un año tras otro, noche tras noche de elecciones, los socialistas de infantería que llegan a la sede central del PSOE, en la madrileña calle de Ferraz, se vuelven a casa con el corazón encogido, mirando de reojo a los militantes del PP que pasan por la calle con sus coches pitando y sus banderas al aire. Por eso, anoche, a las 21.37, cuando Matías Prats salió por televisión y ofreció unos datos que le daban provisionalmente a Trinidad Jiménez la alcaldía de Madrid, la gente se alegró, pero no se volvió loca de alegría, ni mucho menos.

Siguió a lo que estaba. Y lo que estaba era merendando. Matilde Robles, una veterana socialista de Chamartín, ofrecía una razón práctica: "Mira, hijo, que lo que sea nos coja con el estómago lleno". Y lo que sea, según confiaba Jesús Caldera apoyado en un extintor, era la victoria. Pero con moderación. Todo anoche, menos la merienda, fue administrado con moderación en la sede de Ferraz. José Blanco habló tres minutos, que eso sí que es moderación, y dijo que sus datos indicaban una nueva mayoría socialista en el conjunto de España. Y lo dijo con una sonrisa de alegría moderada.

Pero, ¿y Madrid?, se preguntaban los socialistas reunidos en la planta baja frente a televisores gigantes. Madrid, a pesar de las autonomías y de los más de 8.000 municipios donde se presentaron ayer candidaturas, sigue siendo Madrid. Sobre todo después de que Aznar moviera el banquillo a favor de Ruiz-Gallardón y de su propia esposa, y de que Rodríguez Zapatero hiciera algo parecido apostando por una candidata prácticamente desconocida. "Pues mire", decía Ángel Ollero, un socialista de 76 años, "en Madrid vamos a ganar. Y le voy a decir por qué. Porque quizás aquí, más que en otras ciudades, se le ha visto a la derecha ese toque rancio de otros tiempos. Y se lo dice uno que sabe lo que dice. Que a mí, en el año 1942, me arrestaron, me raparon el pelo y me formaron un consejo de guerra que por poco me cuesta un disgusto. ¿Ya sabe usted por qué? ".

Justo antes de las diez de la noche, y al calor de las buenas noticias, fueron llegando más simpatizantes a la sede de Ferraz. Muchos traían invitación, otros intentaban convencer al vigilante de la puerta, que escuchaba sus ruegos tras un cristal blindado como los de las administraciones de lotería. María Fe, una señora muy elegante, le ofrecía una alternativa muy original a una amiga que no tenía invitación: "Mira, yo te dejo este abanico que me firmó Zapatero y verás como el guarda te deja entrar". Entró. Y allí dentro se entristeció con las lágrimas de Trinidad Jiménez y se alegró con la sonrisa de Zapatero al anunciar la victoria socialista en el conjunto del país. De Ferraz se fue apoderando el viejo desconcierto de las dulces derrotas y las amargas victorias.

Antes de las once, la amiga de María Fe ya se había tomado dos cervezas y brindado por el triunfo aplastante del PSOE, que aunque anoche no se llegó a producir, seguro que algún día terminará por llegar. Y entretanto, vaya merienda.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de mayo de 2003