El poder municipal de Convergència i Unió (CiU) continua el suave declive iniciado en 1999. Los electores no han atendido la llamada de los líderes de la coalición nacionalista para reforzar una representación territorial que consideran esencial de cara a las elecciones autonómicas de otoño. En busca de consuelo, la primera reacción de los nacionalistas fue señalar que en Cataluña el descenso de los socialistas en porcentaje total de votos era mayor que el suyo.
Eso no pudo ocultar, sin embargo, el desencanto por no haber conseguido arrebatar ninguna alcaldía significativa a sus rivales socialistas, que continúan siendo de lejos la fuerza más votada en las municipales. Tras seis años de pactos con el PP, la federación dirigida por Jordi Pujol se lanzó a la campaña cargando las tintas en su condición de partido nacionalista. Y, en la ciudad de Barcelona, con un retorno a la defensa de políticas progresistas olvidadas hace años. Resultó inútil. Los 10 concejales a que había quedado reducida su representación en Barcelona se quedaron en nueve.
Los primeros datos confirmaron todos los augurios del sector de CiU que había criticado la alianza con el PP y que había profetizado que el beneficiario de esta política sería Esquerra Republicana (ERC). Al final, eso fue lo que ratificaron los resultados: CiU pasó del 26,5% de los votos de 1999 al 24,3%. En cambio, ERC ha pasado del 7,7% al 12,7%.
Un Jordi Pujol muy mesurado explicó a los militantes que habían acudido al Hotel Majèstic de Barcelona para celebrar los resultados de las elecciones municipales que, pese a todo, CiU "está hoy mejor de cara a las autonómicas del otoño de lo que quedó en las municipales de 1999 de cara a las autonómicas de 2000". Y que eso es lo que importa más en la actualidad.
Pujol y luego su delfín, Artur Mas, consideraron que "ha fracasado el intento de quienes, como el partido socialista y Pasqual Maragall, han intentado convertir estas elecciones municipales en unas primarias de las autonómicas".
También en busca de consuelo, los dirigentes de CiU destacaron que continuarán siendo la fuerza con más concejales y con mas alcaldes. Pero eso es a costa de ratificar su condición de fuerza de gobierno municipal sólo en la Cataluña rural y menos poblada. En Tarragona, la única capital de provincia que gobierna, CiU sigue dependiendo del PP si quiere mantenerse en la alcaldía.
También tuvo aire de castigo el descenso de CiU en Tortosa, la capital de las comarcas catalanas del Ebro, donde el apoyo de los nacionalistas al Plan Hidrológico fue considerado como una traición. Las urnas revalidaron las posiciones de los partidos antitrasvase.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de mayo de 2003