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Editorial:

Cambio de tendencia

No hubo vuelco, como en 1995, pero sí síntomas de un cambio de tendencia: el PP retrocede de manera generalizada, aunque moderada, y el PSOE se convierte en el partido más votado en el conjunto del territorio, por primera vez desde 1993. El partido de Aznar sufre el desgaste de sus siete años de Gobierno y los efectos de las turbulencias políticas de los últimos meses, desde la huelga general de junio hasta la protesta contra la participación en la guerra de Irak, pasando por la gestión de la catástrofe del Prestige. Pero ello no se traduce en un cambio significativo en el mapa del poder municipal y autonómico, donde se mantiene el equilibrio entre los dos grandes partidos de ámbito nacional. La izquierda se mantiene donde gobernaba, parece que alcanza la mayoría en la Comunidad de Madrid y en ayuntamientos importantes como el de Zaragoza y recorta distancias donde gobernaba el PP. En conjunto, el panorama sigue abierto, pero más equilibrado en distribución de poder y más favorable para la izquierda.

La participación ha superado en cuatro puntos la de 1999, pero no alcanza el 70% de 1995, propiciada entonces por la expectativa de cambio. A pesar de la fuerte personalización de la campaña por parte de los líderes nacionales, especialmente Aznar, que planteó las elecciones como un refrendo a los aspectos más polémicos de su política, se confirma una vez más que las elecciones municipales y autonómicas suscitan en España menos interés que las generales: a la gente le interesa sobre todo quién va a gobernar desde La Moncloa. ¿Son los resultados de ayer un adelanto de lo que puede ocurrir el próximo mes de marzo cuando entre en juego la presidencia del Gobierno? Sería muy aventurado sacar conclusiones de cara a las generales. La holgada mayoría que el PP obtuvo en las municipales de 1995 apenas le dio una mínima victoria a Aznar en las generales del siguiente año y en cambio logró la mayoría absoluta en 2000 después de un cuasi empate en las municipales del año anterior.

Sin embargo, que Zapatero haya llevado a su partido a superar al PP en más de 200.000 votos -una distancia similar a la que dio la victoria a Aznar en 1996- es un éxito significativo. En las últimas generales el PP superó al PSOE en dos millones y medio de votos y diez puntos porcentuales. Simétricamente, la derrota del PP en número total de votos supone un fracaso de Aznar. No tanto por la desventaja cuanto por su empeño en buscar en las urnas el desquite por la desautorización de la ciudadanía hacia una política exterior que le llevó a embarcar a España en la guerra de Bush.

Pero la izquierda tampoco ha conseguido convertir en movilización electoral la fuerte contestación social de los meses anteriores. Izquierda Unida no ha mejorado unos resultados que hace cuatro años se consideraron muy malos, cuando el electorado castigó la estrategia de coalición fáctica de Anguita con el PP. La formación que ahora dirige Llamazares sigue siendo necesaria para completar mayorías, pero la relación de fuerzas entre ambos partidos, que llegó a ser de uno a tres en 1995, es ahora de uno a seis a favor del PSOE.

El éxito territorial más significativo de la izquierda, si se confirma, sería el de la Comunidad de Madrid, donde se demuestra que parte de su mayoría anterior se debía al tirón personal de Ruiz-Gallardón. La pérdida del pentapartito de izquierda en Mallorca, siendo significativa y una baza que el PP sabrá explotar, es mucho menos importante que Madrid, en demografía, en presupuesto y sobre todo en peso político. En cuanto a la ciudad de Madrid, es un éxito personal de Gallardón que no resta méritos a la esforzada campaña de Trinidad Jiménez y a su mejora de los resultados precedentes. El auténtico terremoto político hubiera sido precisamente la caída de un feudo que el talento político del nuevo alcalde de Madrid ha conseguido preservar con una cuarta mayoría consecutiva de su partido.

Otro de los tests políticos de la jornada ha arrojado un resultado especialmente importante. En el País Vasco, PNV-EA recogen una parte significativa del voto de la ilegalizada Batasuna, lo que le permite recuperar el liderazgo en votos en Álava, aunque no superar a los recogidos por la alianza PP-PSOE, que gobierna desde hace cuatro años la Diputación Foral y el Ayuntamiento de la capital, Vitoria, y seguirá haciéndolo. Esta mayoría constitucionalista en Álava es un freno a las pretensiones del Plan Ibarretxe. Con la nueva victoria socialista en San Sebastián confirma una vez más el mapa político plural característico del País Vasco e incompatible con el unilateralismo soberanista.

La lectura en clave de primera vuelta arroja así un resultado favorable al socialismo para el caso de las generales, pero también para las autonómicas catalanas. En este último caso, aunque el socialismo catalán demuestra una menor vitalidad que en el resto de España, y sufre una caída importante en votos y concejales, en favor de las otras dos formaciones de izquierda (Iniciativa per Catalunya y Esquerra Republicana), hay un incremento del conjunto de las fuerzas de la izquierda plural en torno a las que ha intentado articular Pasqual Maragall su alternativa al nacionalismo. El desgaste que sufre CiU contrasta con un PP que aguanta bien en Cataluña. La próxima cita catalana en octubre se perfila así como otro paso más en dirección hacia ese cambio que los comicios de ayer han empezado a insinuar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de mayo de 2003