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Crítica:FERIA DE SAN ISIDRO | LA LIDIA

Robleño, a sangre y fuego

Fernando Robleño quiere ser figura a base de sangre y fuego. Pone las plazas a revientacalderas por su valentía y pundonor, cualidades que derrocha a manos llenas. Pero rara es la tarde que no se mancha con su propia sangre, lo cual es muy preocupante, especialmente para él que es a quien le hacen pupa. El arrojo debe estar presidido por la técnica y la inteligencia para que la faena no sea un permanente sobresalto que emocione más por el miedo que por la grandeza del toreo que se ejecuta.

Valdefresno-Fraile / Mora, Rivera, Robleño

Tres toros de Valdefresno (dos fueron rechazados en el reconocimiento) y tres de Fraile Mazas (uno también rechazado), desiguales de presentación -el 2º, impresentable-, muy blandos; nobles 1º y 2º y deslucidos 3º, 4º y 5º. El 6º fue devuelto y sustituido por otro de Pérez Tabernero, también devuelto, y salió en su lugar uno de El Serrano, manso y violento. Juan Mora: estocada muy baja (ovación); dos pinchazos y metisaca en los bajos (pitos). Rivera Ordóñez: pinchazo, media -aviso- , un descabello y el toro se echa (silencio); 10 pinchazos y un descabello (bronca). Fernando Robleño: dos pinchazos, casi entera y un descabello (vuelta); pinchazo, casi entera perpendicular y un descabello (petición y vuelta). Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 16ª corrida de feria. Lleno.

Lo antes dicho no pretende en modo alguno restar un ápice de importancia a la magnífica labor de Robleño ayer en Las Ventas. Pero quien avisa no es mal amigo, y el torero parece empeñarse en intimar con los médicos, lo que está muy bien pero fuera de la enfermería. Lo cierto es que si mata a la primera tras la faena al tercero de la tarde, hoy se estaría hablando de un triunfo de clamor. Aun así, dio una triunfal vuelta al ruedo con la cara teñida de rojo y el cuerpo maltrecho y dolorido tras la voltereta recibida al cobrar una estocada casi entera, que llegó después de otra costalada cuando toreaba con la derecha.

A pesar de posibles torpezas, hay que reconocer que este torero quiere ser figura por encima de todo. Y para ello se juega la vida. Y como vivimos época de toreros frágiles y acomodaticios, pues es muy de agradecer. Ayer se valoró, sobre todo, su sincera disposición para el triunfo. Recibió a su primero con tres largas cambiadas de rodillas, se estiró a continuación en unas limpias verónicas y quitó después por chicuelinas que abrochó con una larga templadísima. Muleta en mano, tardó en cogerle el aire a un animal que medía por ambos lados, pero sometió la embestida por su valentía y perfecta colocación. Es torero de casta y eso se extiende como la pólvora. Y cuando un torero manda, el toro obedece. Y Robleño mandó en una templada tanda de redondos, otra de largos naturales y unos adornos finales de auténtica orfebrería: una trincherilla, unos ayudados, dos derechazos más con la muleta a media altura, dos cambios de manos torerísimos y llegó el delirio antes de fallar con la espada. Se fue a la enfermería, donde le apreciaron un puntazo leve en la axila izquierda, y salió con el valor intacto. El sexto no se lo puso fácil, la faena no fue templada, pero sí intensísima por la seguridad del torero y la brusquedad del toro.

El resto de la corrida no tuvo historia. Mora, que es torero de calidad, toreó con garbo y sin emoción a su inválido primero. Al cuarto, un toro sin clase, lo pasaportó con rapidez. Y también estuvo Rivera Ordóñez; estuvo, pero muy mal. Fue una auténtica sombra de sí mismo. Hundido en la mediocridad, se mostró muy vulgar con su primero y dio un mitin con la espada en el otro, impropio de quien se autodenomina matador de toros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de mayo de 2003