Rusia intentaba ayer evitar que su colaboración nuclear con Irán creara tensiones en la cumbre entre el presidente norteamericano George W. Bush y su colega Vladímir Putin y ensombreciera así los festejos del tricentenario de San Peterburgo. El portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Alexandr Yakovenko, manifestó ayer que el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) es la única entidad que puede determinar si Teherán cumple con sus obligaciones como Estado firmante del Tratado de No Proliferación (TNP).
"Las actividades de control permanentes de la OIEA en Irán no han revelado hasta ahora que Teherán haya transgredido alguna de sus obligaciones en el campo de la no proliferación nuclear", señalaba Yakovenko, con una lógica que evocaba la posición de Moscú en el caso de Irak. El portavoz diplomático ruso respondía así a los comentarios efectuados la víspera por el portavoz del Departamento de Estado de EE UU, que instó a Rusia y a otros países a romper la colaboración con Irán. En la localidad de Bushehr, los rusos están construyendo la primera central nuclear iraní y los norteamericanos alegan que Teherán aprovecha la tecnología rusa para desarrollar armas atómicas.
Mientras tanto, distintos representantes de las repúblicas caucásicas de Azerbayán y Georgia desmentían las informaciones aparecidas ayer en el periódico moscovita Nezavisimaia Gazeta, según la cual estos dos países habrían aceptado participar en una coalición liderada por EE UU para atacar a Irán y, para ello, habían autorizado el emplazamiento de tropas estadounidenses en su territorio.
Si el informe que la OIEA debe hacer público en junio determina que Irán construye efectivamente instalaciones para elaborar armas atómicas, Rusia puede verse en una contradicción entre sus intereses económicos y sus intereses de Estado, afirmaba ayer el vicejefe de la Duma Estatal (cámara baja del Parlamento), Vladímir Lukin. En opinión de Lukin, hasta ahora los representantes norteamericanos se han limitado a hacer declaraciones para influir en Irán y también en Rusia en vísperas de la cumbre entre Bush y Putin en San Petersburgo. La ciudad natal de Putin quedó cerrada ayer al tráfico aéreo, excepto para delegaciones oficiales, y los controles policiales eran tan rigurosos que hasta impedían regresar a sus domicilio a los peterburgueses con irregularidades en su empadronamiento.
Con los festejos, a los que acuden cerca de 40 líderes de todo el mundo, entre ellos los dirigentes de la UE y de los nuevos miembros, más los dirigentes de Japón, China e India, entre otros, Vladímir Putin ha querido subrayar la vocación de Rusia de integrarse en el mundo. En San Petersburgo, sin embargo, Rusia agasajará por todo lo alto a unos invitados que en gran parte están preocupados por otras cosas. Rusia no es hoy prioridad inmediata ni para la UE ni para EE UU. La UE concentra sus energías en la ampliación. EE UU pasa de largo y mira hacia horizontes más orientales, como Asia Central, Irán, Irak y Afganistán. La falta de apremio por resolver temas que tienen una dinámica a largo plazo y desarrollar nuevas iniciativas, tanto por parte europea como norteamericana, pone nerviosos a los rusos y les quita energía para dedicarse a la reforma interna del país.
Los europeos, acaparados por la ampliación, se han negado a comprometerse en un calendario de abolición de visados y libre tráfico de viajeros, tal como el presidente Putin hubiera querido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de mayo de 2003