Al sargento Sergio López Saz lo enterraron en su pueblo natal, en Retascón (Zaragoza). Militar desde los 17 años, ahora tenía 32 años y debía incoporarse el 27 de mayo al escuadrón de Pontoneros en Monzalbarba. Amante de la montaña y los deportes de riesgo, era instructor de buceo, una de sus pasiones. Además, estaba diplomado en desactivación de explosivos. Su perro Amor, al que entrenó para detectar las bombas, le acompañó en otras misiones a Mostar o Mendigourne. A la última en Afganistán no llegó a llevarlo. Una de sus dos hermanas inició la carrera militar y está casada con otro militar. "Era estupendo, como toda su familia", decían ayer en su pueblo.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de mayo de 2003