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Crítica:ÓPERA | 'La valquiria'

Ni los dioses son para siempre

El Liceo mantuvo un duro combate con La valquiria, la más popular y apasionada jornada de El anillo del nibelungo, un peso pesado del gran repertorio que impone respeto por sus dimensiones -casi cuatro horas de música- y su contundente pegada. En el primer acto salió victorioso un trío de voces absolutamente memorable. El tenor Peter Seiffert y la soprano Linda Watson formaron una vibrante pareja como Siegmund y Sigliende, él con un lirismo arrollador, un fraseo cálido y una musicalidad exquisita: ella con vigorosos acentos y gran solidez vocal. Valientes, con agudos brillantes y gran fuerza expresiva, encontraron un rival a su medida en el estupendo Hundig de Kwanchoul Youn.

La valquiria

De Richard Wagner. Intérpretes: Falk Struckmann/Peteris Eglitis, Deborah Polaski, Peter Seiffert, Linda Watson, Lioba Braun, Sabine Brohm, Annegeer Stumphius, Marisa Altmann-Althausen, Andrea Bönig, Heike Gierhardt, Mireia Pintó, Corinne Romijin y Francisca Beaumont. Orquesta del Liceo. Director musical: Bertrand de Billy. Director de escena: Harry Kupfer. Escenografía: Hans Schavernoch. Vestuario: Reinhard Heinrich. Iluminación: Manfred Voss. Producción de la Deutsche Staatsoper Unter den Linden de Berlín. Teatro del Liceo. Barcelona, 29 de mayo.

Se esperaba el mismo nivel vocal en el segundo acto con la entrada en combate de otras dos figuras de primerísimo nivel en la escena wagneriana: Deborah Polaski en el papel de Brünhilde, y Falk Struckman en la piel de Wotan. Ella, cautelosa en su guerrera entrada, estuvo espléndida, por técnica, vigor y capacidad dramática a la hora de plasmar las emociones del personaje con un canto de poderoso efecto. No tuvo la misma suerte Struckman. Dotado de nobleza y rabia reprimida, cantó muy bien esos largos monólogos que aburren a los espectadores poco familiarizados con el estilo wagneriano, pero una grave indisposición súbita le dejó fuera de combate y tuvo que ser sustituido en el tercer acto por Peteris Eglitis, Wotan de guardia que salvó la función, cosa de agradecer, pero las pasó canutas. Salió con cierto empaque pero se desfondó a las primeras de cambio y acabó la función como pudo.

Como las interpretaciones políticas de poco sirven en La valquiria, Harry Kupfer se concentró en la reflexión y los sentimientos de los personajes. En el foso, las cosas no fueron tan redondas. Bertran de Billy dirigió muy bien el primer acto. Después vinieron caídas de tensión, pifias puntuales en los metales y un pulso demasiado irregular. Con todo, hay que aplaudir la buena actuación de las maderas y la cuerda, con un sonido más cálido y redondo que de costumbre.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de mayo de 2003