"¿Quién lleva más combustible, usted o Trulli?", se le preguntó ayer a Alonso tras la prueba de clasificación. "Sólo sé que no llevamos la misma cantidad", contestó, "más que nada porque no podemos parar a la vez". "¿Cómo ves los neumáticos?", se le interrogó luego. "Pues veo cuatro: dos delante y dos detrás", respondió a carcajadas.
Estaba feliz ayer Fernando Alonso. Acababa de terminar esa especie de contrarreloj que es la prueba de clasificación, la que decidió el orden de salida del Gran Premio de Mónaco (14.00, La 2), y el español había finalizado en octava posición, en el grupo de los elegidos, con los Williams, los McLaren, los Ferrari y su compañero de equipo, el italiano Jarno Trulli. Aún es más: el vencedor, Ralf Schumacher, sólo aventajó a Alonso en 6,3 décimas de segundo.
Los ocho mejores corredores del Mundial arrancarán hoy en cabeza, con Alonso en la cuarta fila, cerrando el grupo. Tan confiado se ve el asturiano que está convencido de que el sistema de salida de su Renault le hará ganar puestos desde la largada. A su lado estará el Ferrari de Barrichello. A por él irá. Si la salida no es demasiado accidentada, en Renault confían en que la carrera se rompa en dos, con los ocho grandes por delante.
Y ahí tiene mucho que decir Alonso. Al menos eso cree él, quizá porque el pasado le avala. Fue aquí, en Montecarlo, donde el asturiano comenzó a escribir su leyenda. Corría el año 2000 y se disputaba una carrera de la fórmula 3000, por entonces la categoría inmediatamente inferior a la fórmula 1. Alonso salió el último y acabó el octavo, remontando 14 puestos y ejecutando nueve adelantamientos, algo insólito en un circuito donde adelantar es una proeza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de junio de 2003