Que el diablo escoja. Hace cinco años, el escritor Plinio Apuleyo Mendoza dijo, poco después de haber sufrido un atentado que voló su casa de Bogotá: "Lo que pasa en Colombia sólo lo arreglan 50 años o un poeta". "¿Y qué prefiere?", le preguntamos. "Que venga el diablo y escoja". Mendoza se fue después al exilio, para evitar nuevas persecuciones terroristas. Ahora le hemos hecho la misma pregunta al poeta y novelista Darío Jaramillo Agudelo, responsable de la importante actividad cultural del Banco de la República, que custodia el oro (el histórico y el corriente) de Colombia. Jaramillo Agudelo fue objeto también de un atentado; llegaba a su casa y una bomba le voló una pierna; un colega suyo dijo después, en un poema: "Dios bendiga el aire que ahora pisas". Dice Jaramillo: "Quién sabe si un poeta. Lo cierto es que la nuestra fue una sociedad pasiva que se dejó joder. No sé qué va a pasar, pero lo cierto es que esta generación ya no va a ser feliz. ¿Cincuenta años?, quién sabe. Ahora no".
Jaramillo Agudelo sufrió un atentado; llegaba a su casa y una bomba le voló la pierna; un colega suyo dijo después, en un poema: "Dios bendiga el aire que ahora pisas"
Cerca de 5.000 personas viven en cautiverio... En Bogotá hay una muestra dramática: los retratos de muchos de esos secuestrados, para que nadie los olvide
Una llovizna insomne. Aun así, Jaramillo es optimista. "Cuando me preguntan dónde quiero vivir, siempre digo: en Bogotá". De él es ese eslogan, "Bogotá mía", que primero fue un verso y luego fue una necesidad: convencer a la gente de que Bogotá "es el lugar más habitable del mundo". Cuando hace más de 50 años llegó a ella, Gabriel García Márquez la vio así: "Bogotá era entonces una ciudad remota y lúgubre donde estaba cayendo una llovizna insomne desde principios del siglo XVI". En medio de esa "llovizna insomne", los bogotanos se defienden con datos: las agencias del turismo norteamericano, por ejemplo, aconsejan a sus turistas que no vayan a Colombia, un país peligroso. Washington, sin embargo, dobla en homicidios (62) la cifra anual de Bogotá (30), aunque es cierto que Medellín, con 211 asesinatos al año, se lleva la palma de esta horrible estadística, como si esa llovizna insomne del dolor cayera sin remedio sobre la bellísima capital de Antioquia. La llovizna de los datos es aterradora y confirma esa impresión de Jaramillo: "Esta generación ya no va a ser feliz". En este año ha sido asesinado un maestro cada semana. En 2002 fueron secuestrados 384 niños. En ese mismo año hubo 2.931 secuestrados, y hoy hay secuestradas, por la guerrilla o por los paramilitares, 4.200 personas. En 2002 hubo 525 masacres de origen terrorista, con el resultado total de 2.210 víctimas; 4.519 homicidios fueron de carácter político, y se produjeron 734 desapariciones forzosas. En el fondo de esta tensión están el tráfico y el consumo de drogas. "Colombia pone la droga y Estados Unidos y Europa ponen la nariz". Y Estados Unidos no se corta, no corta el tráfico. Y aún más allá de esas razones hay otras pegajosas estadísticas: en este país de 42 millones de habitantes viven 25 millones de personas en estado de pobreza, según los datos del Banco Mundial; 11 millones no perciben ingresos de ninguna clase o viven con menos de un dólar por día. Dos millones de ese número total son desplazados; la mitad de los desplazados (un 47%) son mujeres y niños. "Me da mucho dolor darte estas cifras", me dijo la persona que las recopiló de encuestas publicadas en la prensa colombiana.
La quiero tanto. Conrado Zuluaga, editor y escritor, especialista en García Márquez: "A Colombia había que adjudicarle los versos de Borges sobre Buenos Aires: 'No nos une el amor, sino el espanto; será por eso que la quiero tanto". Cosas que quiere del país: "El ingenio, el humor, la literatura. La violencia es un freno. Se conjuga mal aquí la palabra esperanza. Hay 300.000 desplazados por el terror que te paran en el semáforo pidiendo algo para comer. Y siguen los secuestros: no es lo natural, es una afrenta".
Un holocausto bíblico. En 1996 escribió García Márquez, en el frontispicio de su Noticia de un secuestro, agradeciendo a aquellos que le ayudaron a escribir el testimonio de un secuestro (como muchos) que él subrayó así: "... por desgracia, es sólo un episodio del holocausto bíblico en que Colombia se consume desde hace más de veinte años". Y concluía el premio Nobel de Aracataca con esta dedicatoria: "... a todos los colombianos -inocentes y culpables-, con la esperanza de que nunca más nos suceda este libro". Han sucedido numerosos dramas iguales, ahí quedan las cifras. Mientras estuvimos en Bogotá, dos periodistas fueron asesinados (e iban cinco en el año), una maestra fue ejecutada porque su padre no cumplió la orden de la guerrilla de asesinar a un vecino paramilitar... Cerca de 5.000 personas viven en cautiverio... En medio de una de las bibliotecas, la municipalidad de Bogotá ha hecho una exposición dramática: los retratos de muchos de esos secuestrados, para que nadie los olvide. La primera fotografía que vemos dice en el pie: "Jefferson Sky Vargas, 13 años. El día que vio un incendio en TV, en donde vio que un niño salía herido, decidió que cuando grande sería bombero. Fue secuestrado el 6 de junio de 2002". Y después, entre otros muchos: "Ramiro Carranza, 58 años, abogado, filósofo. Hijo del poeta Eduardo Carranza, hermano de María Mercedes Carranza y esposo de Olga Cristina. Soñaba con la posibilidad de acuerdos de paz. Fue secuestrado en su finca". Fue secuestrado hace cerca de dos años. Y al final de esa horrible retahíla de sufrimientos personales (y colectivos), anoté estos datos debajo del retrato de un hombre riendo: "Guillermo Gaviria, 40 años, gobernador de Antioquia, iba a negociar...". Ese hombre, que en efecto iba a negociar con la guerrilla dentro del último proceso (truncado) de paz, estaba ahí riendo, en esa penúltima fotografía, antes de ser apresado por la guerrilla. Ésta le asesinó, hace dos semanas, con otros 10 secuestrados... Un alto cargo del Gobierno colombiano está junto a nosotros cuando vemos la crónica de este horror; no lo dice, pero sufre en su propia casa el drama: al menos tres de sus parientes han sufrido secuestro o asesinato. ¿Con qué energía sigue usted? "Pues se monta uno en la idea y no puede parar".
El país más feliz. Jaime Abello, el director de la Fundación Nuevo Periodismo, que instituyó y preside en Cartagena García Márquez, nos desvela la conclusión estadística a la que llegó un sociólogo holandés tras estudiar los parámetros de 82 países. Según su estudio, los cinco países más felices del mundo son, de menor a mayor, Japón, Estados Unidos, Ghana, Suiza y ¡Colombia! A algunas de las personas con las que conversé no les extrañó. Un periodista y editor, Guillermo González, que acaba de ganar el Premio Planeta de Periodismo por un trabajo suyo sobre los niños captados por la guerrilla, se quedó pensativo y dijo, como para sí: "No lo había pensado, pero sí, parece que somos felices". Bandala, una artista multidisciplinar, dijo en la barra de un bar: "Del cielo acá es el infierno, pero lo pasamos en zancos". A su lado, alguien dijo, en la misma tertulia: "Éste es un paraíso en guerra; una demencia, pero una maravilla". Y el propio Guillermo González, que dirige la revista Número, una de las grandes revistas culturales colombianas, hizo este resumen: "Vengo de un país que tiene sesenta comunidades indígenas, seis millones de negros (el 15% de la población) y cuarenta millones de mestizos, mulatos y blancos; uno de los países más biodiversos del mundo, que tiene tres cordilleras, con volcanes y nevados... Y este país, que es un paraíso, está sumido en una guerra infernal". ¿Un país feliz, Abello? "Sí, quizá porque hemos aprendido a separar los problemas de la vida, y hemos aprendido a gozar de la vida: se vive al borde del abismo". ¿Y usted lo vive como un país feliz? "Yo así lo vivo".
Esperen noventa años . "Todos hemos tenido un drama en la familia". Ella, María Ximena Duzán, escritora, compañera de estudios del presidente Álvaro Uribe (y de Francisco Santos, el vicepresidente) y ex cónsul de Colombia en Barcelona, también lo tiene: una hermana suya fue asesinada en 1992, acaso la primera periodista asesinada en Colombia; Alma Guillermoprieto le dedica su vibrante, pausado, controvertido libro Las guerras de Colombia. Duzán se da este plazo: quizá haga falta un poeta, quizá, "pero lo cierto es que en noventa años esto será un paraíso... Ahora es como si estuviéramos alquilados en medio de un drama, en una especie de leasing terrible; ha desaparecido el Estado, y como ha desaparecido el Estado, pues hay microsoluciones". Para ella -y para todos aquellos con los que hablamos, y acaso para todos los colombianos ya-, la guerrilla carece de ideología: su ideología es el dinero y la droga, su tráfico; "es como un partido conservador armado"; y a los paramilitares no les mueve el alto patriotismo, sino la misma bacteria vil, el dinero de la droga; "son mafias, matan a extrema derecha y a extrema izquierda". A Francisco Santos le preguntamos por los años que faltan para que se cumpla aquella esperanza de felicidad. ¿Cincuenta años o un poeta? Con su dinamismo incombustible, este periodista (es uno de los secuestrados de Noticia de un secuestro; fue director de El Tiempo de Bogotá, y dice que sus dos años en EL PAÍS de Madrid están entre lo mejor que le ha sucedido en la vida) que ahora tiene responsabilidades de Gobierno dijo, como si lo hubiera pensado años: "Quedan ocho años para ser felices. Ocho años y un buen Gobierno que suceda a éste".
Un momento especial . William Ospina tuvo "el raro privilegio" de ser el primer lector del original de Vivir para contarla, el primer volumen de memorias de García Márquez. Es un poeta muy querido en Colombia, y sus estudios sobre la serpenteante crisis colombiana le han procurado notoriedad y respeto en su país. Es autor de ¿Dónde está la franja amarilla?, que contiene parte de su pensamiento sobre la guerra. Ésta es su opinión ahora: "Éste es un momento especial, difícil. Hasta hace dos años vivimos el llamado proceso de paz, que parecía ser la única solución, después de un largo proceso de reformas postergadas. Este Gobierno tiene en su mira la solución militar: no tendrá éxito. Esa política ya empieza a tener agrietamientos y, a pesar de su buena voluntad, la lectura que hace de la situación es débil... El contexto internacional no es favorable y las soluciones de fuerza parecen abrirse camino: puede llegar el día en que los grupos terroristas colombianos sean vistos, y tratados, como los terroristas de Oriente... ¿Soluciones? Colombia está muy descuadernada, después de cincuenta años de Gobiernos, cada uno de los cuales ha dejado al país con un problema nuevo; y éste ha perpetuado una injerencia mayor de los Estados Unidos en sus asuntos internos; así que lo que hay que esperar es que se abra la posibilidad de una negociación política y de un pacto social... ¿Felicidad? Somos muy recursivos; cuanto más adversa es la realidad, más buscamos el momento de la felicidad; es un país que necesita más que cualquier otro ser feliz".
Los nuevos colombianos. Acaso los nuevos colombianos serán esos niños que leen en las nuevas bibliotecas públicas de Bogotá (4.000 visitantes diarios las utilizan). Ospina evoca una iniciativa que pusieron en marcha García Márquez y él para buscar una nueva situación de Colombia en el mapa del mundo... "Yo siento", dice Ospina, "que Colombia está cambiando mucho; era un país blanco que miraba a Europa y poco a su propio territorio. Y empezamos a ver, extrañados, que éramos un país mucho más complejo, más diverso y más rico que lo que nos había dicho la tradición. Este país tiene que romper. Para buscarlo, las nuevas generaciones tienen que hacer un esfuerzo para no someterse a la fatalidad de las guerras y de la violencia. Tener memoria histórica, reconocer el territorio, permitir al país que dialogue consigo mismo y con el mundo".
El submarino y el condón. Mario Jursich, subdirector de El Malpensante, otra gran revista cultural colombiana (¡Colombia tiene 46 revistas culturales!), colecciona sucesos extravagantes. Los narcotraficantes se las arreglaron para construir, con asistencia técnica rusa, un submarino... en Bogotá, a 2.000 metros de altura y a 2.000 kilómetros del mar... Con ese submarino, cuya construcción fue descubierta por la policía estatal, querían llevar droga a Estados Unidos. Cuenta también Mario un suceso surreal: de pronto los cerdos adquirieron la cotización del caviar. ¿Qué sucedía? Resulta que el orín del cerdo contiene la acetona precisa para tratar la coca, y esa sustancia química había sido desplazada del mercado por las autoridades... Colecciona también Jursich esta maravilla de la imaginación perversa: de pronto desaparecieron de la carretera dos camiones cargados de condones. ¿Su paradero? Se supo que para prevenir el efecto de las fumigaciones sobre las amapolas (la materia prima de la heroína) no había mejor cosa que colocarles condones a flores tan delicadas... Pero también hablamos con Mario de su pasión: "Desde hacía muchísimos años no había una eclosión tan grande de escritores...; cada mes se estrenan dos o tres obras de teatro; hay escritores que escriben de lo que pasa; la moda colombiana se abre paso... Hay un montón de tiempos entrecruzados: esta ciudad donde estamos, por ejemplo, ha sufrido una transformación tangible: hay días sin coche, hay nuevas bibliotecas, hay un sistema de transporte, el Transmilenio, que es único en el mundo... Y los narcos no saben dónde guardar el dinero, porque no pueden tenerlo en los bancos y la policía puede rastrearlo por el olor... ¿La violencia? Durará mientras haya dinero".
La hija del poeta. María Mercedes Carranza es la directora de la Casa Silva, por el poeta Silva. Ella es la hija del gran poeta Eduardo Carranza. Ella vive su drama, el recuerdo de su hermano secuestrado desde hace cerca de dos años... Para ella, esa suposición de una Colombia feliz es una ilusión. "Es el país más desdichado del mundo, en medio de una guerra que en diferentes modalidades no ha cesado desde 1810. ¿Cómo puede decir alguien que somos un país feliz? El narcotráfico lo ha corrompido, y Colombia padece esta infamia: produce la droga, Europa y Estados Unidos ponen la nariz. ¿Y quién pone las armas? Mientras el mundo no entienda, nos iremos hundiendo". "Aquí protestamos contra la guerra de Irak, salieron estudiantes desnudos..., pero nadie sale a protestar por la guerra de Colombia... A lo mejor sucede eso, sí, viene un poeta y lo resuelve".
Veintidós millones de poetas. Fernando Vallejo es uno de los grandes escritores colombianos; de Medellín, vive desde hace años en México. Quien lo haya leído (La virgen de los sicarios, El desbarrancadero) no encontrará en la contundencia de estas opiniones otra cosa que la continuidad de su desagarrado amor por el país en el que nació. Le pedimos sus opiniones y nos las envió por correo electrónico: "Los grandes problemas de Colombia son, en cifras redondas: 44 millones de bestias proliferantes, 5 millones de hampones, 100.000 curas, 200.000 ciclistas, 500.000 futbolistas y 22 millones de poetas. La solución: esterilización masiva de esa raza fea y lujuriosa y un paredón de fusilamiento de dos kilómetros de largo en funciones continuas las veinticuatro horas del día y de la noche. ¡Pero qué! Ahí están, para no solucionar nada y obstaculizarlo todo: los derechos humanos, las ONG, el Tribunal de La Haya, el Greenpeace, la Unión Europea, la ONU, Javier Solana, el juez Garzón... Alcahuetas que no dejan. Ni rajan ni prestan el hacha, como decía mi abuela. Eso sí, todos bien colocaditos cobrando sueldo y viviendo a lo grande como Papas".
La vorágine . Rafael Humberto Moreno Durán, novelista, tiene una memoria prodigiosa. Dice de carrerilla la frase final de La vorágine, de José Eustasio Rivera, que, según ellos, define la situación colombiana: "Jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia... Y se los tragó la selva". "Si no se tuerce", dice esperanzado Moreno Durán, "este proceso iniciado por Uribe es el pie para que en los dos próximos periodos se arregle el país. Porque se están dando todas las bases: un apoyo internacional, la falta de convicción de las guerrillas, la situación de los vecinos, que ya no van a ser un problema colombiano... Veo una salida negociada dentro de cuatro o de ocho años". La ve. Darío Jaramillo es optimista también. ¿Tiempo? "Esta generación no será feliz. No sé, no sé si cincuenta años ni noventa ni ocho, pero estamos en capacidad de cambiar la tendencia histórica... A lo mejor los gringos piensan un día que ese polvito blanco les viene bien a sus soldados en sus incursiones internacionales..., y al fin legalizan la cocaína y nos dejan de joder... Ése sería el fin del problema, quizá".
Espejismos. Lo dice García Márquez, probablemente pensando en Colombia, al final de su obra más famosa: "... pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra".
Colombia, diversa, trágica, bellísima. ¿Cómo resiste, de dónde saca la energía? Lo que dijo aquel alto cargo colombiano cuya familia ha sido destrozada: "Se monta uno en la idea y no puede parar".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de junio de 2003