Eduardo Barrutia, concejal en funciones del PP en Durango, quien el 14 de junio dejará de ser edil al no haberse presentado a las elecciones, reveló ayer que abandonó el País Vasco en septiembre "por el bienestar" de su familia, aunque "por dignidad" no dimitió de su cargo y completará el mandato. Barrutia se ha visto obligado a fijar su residencia fuera de Euskadi para garantizar a su mujer y a sus dos hijos, de 5 y 6 años, su derecho "a una vida libre de la amenaza de ETA" y las presiones de los radicales, según dijo él mismo.
Este durangués de 35 años recuerda a Jesús María Pedrosa, edil del PP de cuyo asesinato se cumplen mañana tres años, y confiesa que nunca podrá ser "capaz de decir lo que tanto repitió Pedrosa: 'No sé si iré al cielo o al infierno, pero lo haré desde Durango".
Hace casi un año su empresa le ofreció un traslado lejos de Euskadi y no se lo pensó, aunque la decisión de marcharse le causó "un gran disgusto porque no quería dejar Durango". "Mis dos hijos han vivido la mitad de su vida rodeados de escoltas. Y tengo que pensar en ellos", agregó. Tampoco encontró apoyo social para seguir adelante. "En el vecindario me llegaron a decir que igual les pasaba algo a ellos y hasta un compañero se negó a bajar conmigo a tomar un café, por si acaso. No quiero que le pase nada a nadie, sólo pido un poco de solidaridad", dijo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de junio de 2003