La historia se repitió. Tommy Robredo ganó las dos pimeras mangas y estuvo a dos juegos de la victoria, pero Albert Costa volvió a levantar el partido y le superó en cinco sets, por 2-6, 3-6, 6-4, 7-5, 6-2 en 3 horas y 29 minutos, concluyendo el partido a lo gran campeón. A sus 27 años, el leridano se niega a ceder su corona. No hay manera de echarle de la pista si no es con la victoria a cuestas. Costa se ha convertido ya en el único jugador de la era open que, en Roland Garros, ha conseguido ganar tres partidos habiendo cedido las dos primeras mangas. Una circunstancia sólo igualada por el francés Nicolás Escudé en el Open de Australia en 1998. Su victoria de ayer le sitúa de nuevo en las semifinales, en las que se enfrentará a Juan Carlos Ferrero, que eliminó al chileno Fernando González por 6-1, 3-6, 6-1, 7-5, 6-4 en 3 horas y 28 minutos. Su enfrentamiento en la penúltima ronda asegura un finalista español por tercer año consecutivo.
"Me sorprende lo que estoy haciendo, pero físicamente me encuentro muy bien", dice Costa
Esta vez, sin embargo, las piernas de Costa llegan más cansadas a las rondas finales que el año pasado. En cuatro de sus cinco partidos, Costa ha debido agotar las cinco mangas para poder sobrevivir. El tiempo que ha invertido hasta ahora es de 18 horas y 32 minutos, sólo una hora menos del que necesitó el año pasado para ganar el título. "Lo único que intento es seguir en la pista y pensar que todavía puedo ganar el título", señaló ayer, minutos después de haber concluido el partido. "Yo mismo estoy sorprendido de lo que estoy haciendo, pero físicamente me encuentro muy bien y ahora estoy jugando ya a un nivel altísimo".
Para Robredo el final resultó decepcionante. El de Hostalric, de 21 años, entró en la pista con la euforia propia de su juventud y controló las dos primeras mangas con golpes precisos y un juego imaginativo que Costa era incapaz de descifrar. De esta forma le cedió sólo cinco juegos en dos sets y fue armando el tercero hasta situar al leridano en una nueva encrucijada. Resultaba difícil imaginar cómo se las arreglaría el campeón para no salir esta vez derrotado de la pista. Pero todo el mundo tenía fresco en la cabeza que Albert había resucitado ya ante el argentino Sergio Roitman, contra el checo Radek Stepanek y ante el ecuatoriano Nicolás Lapentti. Las tres veces pareció perdido, sin poder contar con su juego, y tuvo que encomendarse con humildad al trabajo y al sacrificio para salir airoso.
Y esta vez mantuvo el espíritu de estas dos virtudes, pero además les unió el salvoconducto de sus mejores golpes. Sin saber exactamente cómo, Albert Costa despertó. Dejó la línea de fondo, se metió en la pista y comenzó a dominar los puntos. Estaba claro que había entrado en su terreno. Y el decorado del partido fue cambiando de forma pausada pero inflexible. "Mis opciones estuvieron en el tercer set", analizó Robredo. "Pero Albert ha visto las cosas muy mal y ha empezado a restar en la línea, a buscar sus mejores golpes un poco a la desesperada, y las cosas le han salido bien". Robredo todavía mantuvo la esperanza en la cuarta manga, cuando logró remontar un 3-5. Pero cuando la perdió, Costa entró en la quinta ya lanzado.
Lo que quedará para la historia será una derrota del aspirante. Lo que debería quedar en realidad es un nuevo jugador español en la élite del tenis mundial. Las victorias de Robredo sobre el número uno mundial, Lleyton Hewitt, y ante el triple campeón parisino, Gustavo Kuerten, certifican el crecimiento tenístico y psicológico que el de Hostalric demostró también en la primera parte de su partido ante Costa. Robredo está ahí, llamando a la puerta de los grandes. Sólo debe esperar su momento. Costa, en cambio, sale de este partido con su confianza reforzada, su juego bien ajustado y la moral fortalecida. "Me siento muy orgulloso de todo lo que estoy haciendo. Hoy, él ha jugado mejor y he tenido que hacer cosas distintas para ganarle. Ser el campeón es una de las razones que me ayudan a seguir luchando. No quiero perder. Tengo ilusión por ganar otra vez".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de junio de 2003