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Crítica:CANTO

Un whisky, por favor

La cita era en el vestíbulo del Real, con sillas dispuestas en semicírculo sobre la alfombra verde y con las elevadas columnas de mármol de fondo escenográfico. Parecía el marco de una singular cafetería futurista, tan estilizada que ni siquiera servían café. Allí se plantaron la mezzosoprano de tintes dramáticos Marina Pardo y la pianista de la sonrisa Rosa Torres-Pardo, las dos singing and swinging, como tratando de emular el ambiente de un club de jazz distinguido, o quién sabe si el familiar de una mansión de nuevo rico. El grupo de canciones inglesas de Albéniz es no solamente hermoso, sino sorprendente por su modernidad e invita a una aproximación no convencional.

El Real quiso cambiar por un día su aire solemne por otro más distendido, y lo logró únicamente en el ambiente amigable de la sala, pues el espacio elegido no colaboraba con el tipo de expresión que necesitaban las artistas, y el sonido llegaba velado, distante, a ráfagas, con una u otra calidad según la colocación. Reconozco que mi situación en un lateral era probablemente la más desfavorable (la elección fue mía: el servicio de prensa trató de ponerme en primera fila), sobre todo para apreciar la voz de Rosa, de espaldas. Así que, entre unas y otras cosas, no logré entrar de lleno en ningún momento en el recital, con lo que poco les puedo contar salvo mi admiración del disco de las mismas intérpretes con las mismas canciones y el esplendor en todo momento del acompañamiento pianístico de Rosa: cálido, desenvuelto, sutil.

Canciones de Albéniz

Con Marina Pardo (mezzosoprano) y Rosa Torres-Pardo (voz y piano). Vestíbulo del Teatro Real. Madrid, 5 de junio.

De propina, y ante el entusiasmo de los asistentes, nuestras dos chicas interpretaron una singular versión de Summertime, de Gershwin. Era como el vaso de whisky deseado durante toda la tarde.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de junio de 2003