El apoyo y participación de Polonia con EE UU en la guerra de Irak, seguido del espaldarazo del amigo norteamericano al conceder al alumno modelo polaco la administración de un tercio del país ocupado, ha despertado recelos y sospechas en las cancillerías de la llamada vieja Europa. Hasta el punto de que se habla de Polonia como del caballo de Troya o la quinta columna de EE UU en la futura Europa ampliada. Desde hace meses, París y Berlín siguen con desconfianza las decisiones de una Polonia donde ayer se inició un referéndum de dos días de duración que, salvo una reacción inesperada de los 29,5 millones de polacos convocados a las urnas, debe concluir esta tarde con un sí a la entrada del país en la Unión Europea. Queda la duda de si se logrará el 50% de participación electoral necesaria para que se apruebe ya la adhesión o, si no se llega a ese porcentaje de votación, habrá que esperar a la decisión de las dos cámaras del Parlamento. Anoche, tan sólo habían votado el 17,61%, según se informó oficialmente, por lo se temía que no se alcance la mayoría necesaria.
Los indicios del alineamiento de Polonia con Washington vienen de antes de la decisión de unirse a la coalición de países voluntarios para invadir Irak. Primero fue la decisión de comprar 48 cazas F-16 a EE UU, en vez de los franceses Mirage 2000 o los Gripen británico-suecos. Siguieron los guiños de Varsovia al amigo americano, que daban a entender la buena disposición de Polonia a acoger en su territorio las bases que EE UU pudiera retirar de Alemania. Unas declaraciones arrogantes del presidente francés Jacques Chirac echaron leña al fuego al tratar a Polonia despectivamente y alimentar el orgullo herido de los polacos hacia la vieja Europa.
En Polonia todavía se especula sobre la conveniencia de incorporarse al Tratado de Libre Comercio entre EE UU, Canadá y México y olvidarse de la UE, donde se formaba una especie de eje París-Berlín-Moscú con Rusia y Alemania, los dos enemigos tradicionales que en el pasado se habían repartido Polonia hasta hacerla desaparecer del mapa. Pero la lógica geopolítica parece haberse impuesto. Chirac y el canciller alemán, Gerhard Schröder, han visitado Polonia y tendido la mano al chico díscolo. En su despacho de la Fundación Batory en Varsovia, Alexander Smolar, un brillante analista, opina que lo del caballo de Troya o, como llegó a decir el ex ministro de Exteriores francés Hubert Védrine, el asno de Troya, no es una buena formulación. "El caballo de Troya era una provocación organizada y la política de Polonia está clara desde hace tiempo y responde a una actitud contra el paternalismo y la asimetría".
Sostiene Smolar que en Europa occidental "se olvidan fácilmente los problemas de seguridad de un país que recuperó su soberanía hace sólo 14 años. Nadie piensa que Rusia sea ahora un peligro, pero no se puede olvidar la guerra de Chechenia. La seguridad es el primer problema y no se puede confiar en Rusia. Nadie da garantías a Polonia, donde no se olvida lo ocurrido en 1939".
A esto añade Smolar los lazos con EE UU, donde residen 10 millones de ciudadanos que se identifican como polacos; el papel histórico del presidente Wilson al devolver la independencia a Polonia al final de la I Guerra Mundial; el papel de EE UU durante la guerra fría, como única esperanza para la Polonia sometida bajo la URSS, y en los años noventa fue la voluntad de EE UU la que hizo posible la ampliación de la OTAN. Resume Smolar: "Podemos contar con EE UU y no estamos seguros de la debilidad europea. Además, la alianza entre Alemania y Rusia nos recuerda nuestro peor pasado".
Si de verdad con Polonia ingresa en la UE un caballo de Troya lo dirá el futuro. De lo que no cabe duda, y así lo reconocen los propios polacos, es que el caballo de Troya renquea de la pata económica. La popularidad del Gobierno minoritario de la Alianza de la Izquierda Democrática (SLD), los ex comunistas reconvertidos en socialdemócratas, que preside Leszek Miller, está por los suelos con un apoyo en torno al 10% en los sondeos.
Con Polonia, toca la puerta de la UE un país de casi 40 millones de habitantes, llamado a ejercer en las futuras instituciones europeas un peso similar al de España. El Gobierno ha conseguido reducir la inflación a un 1,9% y mantiene el déficit público en un razonable 3,6% del producto interior bruto (PIB). No obstante, Polonia cuenta con un porcentaje de paro que se aproxima al 20%, que sin duda aumentará el día en que se lleve hasta el final la reconversión de una industria obsoleta. A pesar de que el país está sembrado de ruinas industriales, legendarias fábricas de la época comunista cerradas, todavía se requiere reestructurar la siderurgia y se habla de pasar de 23.000 a 16.000 asalariados.
Por añadidura, el problema estructural más grave de la economía polaca es el de una agricultura por completo inviable en la Europa actual. El 25% de la población activa polaca trabaja en la agricultura, pero sólo produce un 3% del PIB. Con estos lastres, Polonia espera entrar en la UE.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de junio de 2003