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Crítica:

Testimonio de una perfección insospechada

Lilly Jahn fue una médica judía a quien su marido protestante abandonó en plena persecución nazi. Las cartas que escribió, tanto en los felices tiempos de paz como desde el campo de exterminio, no sólo reconstruyen la biografía de una extraordinaria mujer, sino que son un valioso documento sobre el aislamiento a que fueron sometidas por el nazismo miles de personas y la terrible degradación del entorno en que vivieron.

Lilly Jahn fue una mujer alemana, judía, médica, casada con Ernest, un hombre alemán, protestante, médico, con el que tuvo cinco hijos. En 1942, cuando tenía 42 años, su marido conoció a otra mujer y se divorció de ella, pese a que debía ser consciente de que la dejaba a merced de los nazis. Poco después fue detenida y enviada a un campo de trabajo, de donde saldría camino de Auschwitz. Murió entre el 17 y el 19 de junio de 1944, no se sabe si por enfermedad o en la cámara de gas del campo de concentración.

Fue una más entre los millones de personas que asesinó el régimen nazi. ¿Por qué publicar ahora su biografía?, ¿por qué recoger algunas de los cientos de cartas que escribió y recibió en su vida?

MI CORAZÓN HERIDO

Martin Doerry

Traducción de Rosa Pilar Blanco

Taurus. Madrid, 2003

301 páginas. 21 euros

Porque como explicó Sebastian Haffner en su Historia de un alemán, quien quiera saber algo de lo que pasó en aquellos años debe leer las biografías "no de los estadistas, sino las raras biografías de los individuos anónimos". Es la historia particular de cada víctima del Holocausto la que permite percibir la espantosa degradación del entorno en que vivieron. El escalofrío lo produce comprobar lo fácil que fue acomodarse a la voluntad de la autoridad y estigmatizar a quien ha sido identificado como el enemigo.

Martin Doerry, periodista de Der Spiegel, autor del libro y nieto de Lilly, comparte ese criterio: "Cada nueva biografía, cada fuente auténtica de la época nazi llega también a nuevos lectores y eso supone de por sí un logro para la cultura política del presente y para la conciencia histórica de las generaciones futuras".

Las cartas de Lilly Jahn, guar-

dadas por su hijo durante más de cincuenta años, constituyen, por encima de todo, un impresionante testimonio del aislamiento a que fueron sometidas miles de personas desde los inicios del régimen nazi. "Docenas, si no centenares de amigos, conocidos y vecinos supieron del destino de Lilly. Algunos manifestaron su compasión, pero la mayoría aceptó el terror. Todos lo sabían, pero nadie intervino o protestó por la aniquilación de esta vida", escribe Doerry.

Lilly, una mujer alegre, fuerte, seguidora de los bailes de moda, una médica a la que entusiasmaba su profesión, fue obligada a abandonar toda actividad pública. Fue consciente del proceso e intentó, sin éxito, combatirlo. "El boicot social hacia nosotros aquí en Immenhausen [la ciudad en la que compartía consulta con su marido] es de una perfección inospechada. Yo misma casi ni me asomo ya a la puerta de casa".

Sus cinco hijos (que tenían 16, 14, 13, 10 y 2 años cuando fue detenida) habían sido bautizados en la fe evangélica de su padre pero eran considerados por los nazis semijudíos y privados de muchos derechos. La preocupación por su futuro llevó a Lilly Jahn a intentar escapar de Alemania. Intentó contactar con una hermanastra de su marido que vivía en Madrid, casada con un periodista llamado Alfonso de Rodríguez Mateo. El plan se frustró posiblemente porque España se encontraba ya en plena Guerra Civil. (El periodista español murió posteriormente en una cárcel franquista). Lilly volvió a intentarlo pero esta vez fue su marido quien se negó: ganaba bastante dinero.

El aislamiento llegó finalmente hasta dentro de su propia casa. Lotte Paepcke, que conoció al matrimonio Jahn, describió con amargura cómo se desplomó el último apoyo de Lilly: "Ernest se sentía acosado, perseguido, se convirtió en una persona irritante. Su mujer, un día amada, comenzó a resultarle insoportable. ¡Se quedaba ahí sentada con aire inocente y cosiendo, como si ignorase lo que le sucedía a él, que tan sólo quería un poco de paz. De honor. De seguridad". El abogado al que consultó para divorciarse le previno en contra. Él, sin embargo, siempre dijo que había confiado en que los nazis no actuarían contra la madre de sus hijos.

En ese terrible entorno de du-

reza y degradación es donde cobra todo su maravilloso valor el comportamiento de los hijos de Lilly. Cuando fue detenida, aquellos niños no la abandonaron un instante e hicieron todo cuanto estuvo en su mano para mandarle comida y animarla. No puede ser casualidad, sino testimonio de su tozudo deseo de mantenerla viva, esas decenas de cartas, sobre todo de Ilse (14 años) y Johanna (13) llenas de detalles, recuerdos, anécdotas e incluso rasgos de humor. Cartas repletas de vida, sin quejas, pese a que llevaban una existencia bastante azarosa. Cuando todo su entorno se corrompió, fueron los hijos que ella había educado los únicos que supieron hacer frente a una presión tan feroz. "Mis bondadosos, queridos y excelentes hijos", escribió Lilly Jahn poco antes de ser deportada a Auschwitz.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de junio de 2003

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