Un enser tan doméstico como clásico -el llençol-, esconde en el fondo algo más que ser un simple tejido sobre el que habitualmente se descansa o se duerme, para convertirse con el tiempo en una especie de "testigo mudo de nuestra vida, que habla tanto de la personalidad de quien lo hizo (tradicionalmente las madres y las abuelas) como de quien los utiliza". Desde esta duchampiana concepción, los vecinos del Cabanyal inauguraron ayer por la mañana la ya tradicional semana de Portes Obertes -cuya edición cumple seis años desde su creación como plataforma de denuncia contra el proyecto municipal de demoler parte de este enclave emblemático del Marítimo- con una innovadora propuesta de Llençolada per la Dignitat. "Un proyecto artístico", explicaron los organizdores, "en el intervendrán diversos artistas pintando, cosiendo o bordando los 40 llençols que colgarán de los balcones de las casas amenazadas (entre la travesía de los Pescadores, la calle Amparo Guillem y la avenida de La Reina) hasta el domingo 22". Esta experiencia -que tiene "un sentido muy diferente al de años anteriores"- busca "sustituir las artes plásticas por el arte de la cocina, ofreciendo a los visitantes la casa, la taula i el menjar, concebidos como un espacio de conocimiento y de diálogo social".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de junio de 2003