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La electrónica naíf de Tujiko Noriko enciende el Sónar

El festival registró ayer en sus sesiones diurnas unas 14.800 entradas

Segunda jornada diurna del Sónar 2003, y de nuevo otro lleno en el recinto del Centro de Cultura Contemporánea y del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. A la inclemencia de un sol inusual se sumó otro sol, llegado de Japón bajo el nombre de Tujiko Noriko. Fue una de las triunfadoras de la tarde, utilizando su electrónica naíf para caldear el SónarComplex, uno de los seis escenarios del recinto que ayer visitaron unas 14.000 personas.

Tujiko, con pose de secretaria indolente y vestido de muñeca cursi, recreó un cancionero en el que, al menos en disco, desliza su tierna vocecita de Heidi por encima de un crepitar de disfunciones informáticas y ruidos inquietantes. En directo resultó mucho más tierna y pop, incluso sosa por momentos, y fue la aparición de un colaborador la que insufló ánimos al concierto. Con tres ordenadores en juego hicieron aparición tímidamente algunos bombos que pusieron al público en danza, demostrando que el bombo es a la electrónica lo que el solo de guitarra al heavy

metal: un tótem. Si no fuera porque estamos en el siglo XXI cabría decir que su pop es del siglo que viene.

La gran actuación de la tarde tuvo lugar en el césped sintético del SónarVillage, y estuvo protagonizada por Prefuse 73. ¿Se puede imaginar una canción confeccionada con retales de otras muchas? Si ello parece difícil, la actuación del proyecto de Scott Herren fue una prueba práctica de que ello es posible. Con la base del hip-hop como punto de partida, Prefuse 73 puso en marcha un desquiciante, atractivo y poderoso collage de ritmos en constante sucesión, tan veloz en su edificación que el público que llenaba la amplia plaza apenas podía coger un ritmo permanente de baile. Un delirio idóneo para partirse las piernas. Estupendo, vamos.

A última hora del jueves habían tenido lugar dos actuaciones magníficas. Por un lado, Pole se aplicó a construir un dub digital y chisporroteante que llegó a perfilar con melódica, como si fuese el mismísimo Augustus Pablo. Por su parte, el grupo de jazz experimental On/Off se decantó también por el dub en otro escenario, construyéndolo con batería, bajo y flauta que se sampleaba en directo y ordenador. Con el público dispuesto a bailar hasta con el aleteo de una gaviota, cuando On/Off se dedicó al jazz experimental lograron lo indecible: que el público también lo bailara. Eso sólo pasa en el Sónar, de cuyo éxito da cuenta el hecho de que ya se han agotado todas las entradas, tanto de día como de noche..

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de junio de 2003