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"No me importa lo que digan los aficionados"

Luis Aragonés resta importancia a su bronca con un espectador

"A mi no me afecta lo que digan los aficionados para nada, pero para nada", aseguró Luis Aragonés, increpado y silbado ayer con dureza desde la grada, hasta el punto de estar cerca de llegar a las manos con un aficionado que le insultó desde la valla que separa el banquillo de la tribuna baja. Y es que a Luis Aragonés le crecen los enanos a sus 64 años cumplidos y tras 724 partidos en un banquillo de Primera División. Y no sabe en qué agujero meterse después de participar desde el banquillo en la mayor goleada que el Madrid ha metido nunca al Atlético en el Calderón.

Luis piensa que no le quiere la directiva, sabe que una parte del vestuario le detesta y el último refugio que le quedaba, la afición, también le está empezando a dar la espalda. Ayer, mientras se empapaba de agua y de bochorno bajo los nubarrones bajos y grises de un Madrid recalentado, se le acercaron dos aficionados por detrás. Corría el minuto 25 del segundo tiempo y el desastre ya estaba consumado, cuando desde la valla le empezaron a decir lo que pensaban de sus cambios de jugadores y de su continuidad en la entidad, a pesar de haber dicho que se marchaba a mediados del pasado mes de mayo. Y Luis, hombre "vehemente" como él mismo se define, no aguantó más y se dio la vuelta para responder a los hinchas.

Uno de ellos, con una camisa a punto de reventar por los kilos, levantaba las manos amenazadoramente para subrayar sus gestos. Luis Aragonés perdió los nervios y se levantó, giró la cabeza y los brazos y se abalanzó contra la valla de metal. Un guardia jurado trató de mantener la calma y lo consiguió. El técnico de Hortaleza se volvió a refugiar en el viejo banco de madera a la intemperie y no volvió a mover un músculo de la cara, a pesar de que el pelo le chorreaba agua.

Antes de ese rifirrafe con el aficionado gritón, casi todo el Calderón le había mostrado a Luis que no estaba precisamente de acuerdo con sus decisiones. Ni en el campo ni fuera de él. Pero sobre todo en el césped. Cambió Aragonés a Luis García,uno de los favoritos del público y el segundo goleador del equipo durante la temporada con nueve goles, y le lluvieron los pitos superponiéndose a los truenos de la tormenta. Y eso que el que entraba en el campo, Movilla, también es de los que gusta a la grada rojiblanca. Pero no evitó la bronca unánime y muy ruidosa de un estadio que ha pasado de corear como un grito de guerra recurrente el "Luis Aragonés, Luis Aragonés", que todavía retumbó el día del centenario, el pasado 26 de abril, a criticar con dureza a uno de sus mitos vivientes.

La grada, tras las últimas decisiones del técnico, dentro y fuera del campo, se ha acordado de que el Atlético aún no ha presentado la misma alineación titular en ninguno de los 37 partidos de Liga disputados. También de que Luis es el entrenador que más cambios hace antes de agotarse el primer periodo. También que es el que primero agota las tres sustituciones, más o menos sobre el minuto sesenta.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de junio de 2003