"Los nervios casi no han existido", dijo Ronaldo en un estrecho pasillo del estadio Vicente Calderón, al salir de la ducha ayer después del partido. Los poros de su cara estaban abiertos y el calor empujaba un reguero de sudor, que brotaba a ojos vista. El brasileño estaba sereno, como siempre. Como cuando llegó al estadio y como cuando marcó los dos goles que ya suman 21 en su cuenta de la Liga. "He fallado ocasiones claras", apuntó; "creo que de haber marcado los goles que pude marcar, ya estaría en los 25 que prometí. Me los he guardado para el Bernabéu".
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Hasta que Ronaldo cogió un balón y se paró sobre él, pasándolo por detrás de su pierna derecha y sacándolo por su izquierda... el Calderón y sus aledaños hirvieron de rabia, euforia, y exaltación. Los hinchas del Frente Atlético lanzaron bengalas, arremetieron contra la policía y soportaron balas de goma con el pecho descubierto. Sabina inauguró su canción verbenera. Todo marchó sobre raíles hasta que se abrió el túnel de vestuarios del Madrid y por el hueco apareció Hierro braceando como un poseso, y detrás Raúl, y Helguera, y al final Ronaldo para calentar los músculos antes del partido.
La presencia del brasileño rebajó los decibelios en el Manzanares. El efecto silenciador de su mole oscura, pisando el balón como un equilibrista, indiferente a las gradas, fue inmediato. Algo en el rumoreo de esas personas vestidas de rojiblanco, inquietas ante el delantero, anunció lo que se avecinaba. Media ahora más tarde, a los siete minutos de partido, el grito de la afición fue más explícito: "¡Ayyyy!". Ver a Ronaldo solo en un mano a mano con Esteban fue el preludio del desastre. El gol cayó como una pedrada en el estadio: al primer palo, como si nada. El brasileño inauguró de esta manera una exhibición que puede llevarle a conseguir el primer título de Liga de su carrera.
"Absolutamente no tenemos la Liga ganada", dijo Ronaldo cuando aún sudaba. "La Liga ha sido una pelea muy larga. Las últimas jornadas hemos subido y bajado puestos en la clasificación, pero hemos logrado una ventaja grande. Ha sido un partido difícil. Ha habido un gran espectáculo, sobre todo para nosotros, porque para los atléticos no tanto".
Ronaldo está a punto de conseguir la primera Liga de su vida, a los 27 años. Un título que se le ha resistido después de competir en el campeonato brasileño, en Holanda con el PSV, en España con el Barça, y en Italia con el Inter. El técnico madridista, Vicente del Bosque, se mostró cauto y hasta cierto punto apagado tras el partido. "No se puede decir que el campeonato está conseguido porque el Athletic se juega la UEFA la próxima semana en nuestro campo", dijo Del Bosque. "Todo está en el aire. Lo positivo es que la desventaja que teníamos frente a la Real Sociedad ahora no la tenemos. La clave ha sido que hemos demostrado una gran efectividad. Encarrilamos el partido en los primeros minutos".
Del Bosque reconoció de esta manera el trabajo del brasileño, decisivo ayer en el Calderón. El técnico, sin embargo, no se mostró contento. Tenía el semblante de sus momentos de tribulación. Quizá porque venía de una semana incómoda, en la que las declaraciones sobre su futuro, la renovación pendiente, y la misteriosa dilación del Madrid, habían cargado el ambiente en su contra. Después de decir el viernes que no se veía en el club la próxima temporada, los altos cargos madridistas habían lamentado su actitud. En la búsqueda pertinaz de razones para prescindir de los servicios del técnico, el presidente, Florentino Pérez, habría tenido otra más si el Madrid hubiera perdido puntos después de unas declaraciones controvertidas.
Pero Del Bosque no sólo no perdió ningún punto sino que está a un paso de llevar a las vitrinas del club su segunda Liga como entrenador. A su alrededor, los jugadores se parapetan como si fuera uno de los suyos. La mayoría tiende a considerar que las oficinas del club quedan demasiado lejos del vestuario como para que allí comprendan el valor del trabajo del entrenador a la hora de luchar por un título que parecía perdido.
Quizá por eso dejaron el campo dando golpes contra las paredes de latón del túnel del vestuario. Bum, bum, bum. "¡La Liga es nuestra, la Liga es nuestra!", gritaban. "¡Este vestuario es la hostia!".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de junio de 2003