Un europeísmo entusiasta recorre Finlandia. El país nórdico se convirtió en miembro de la Unión Europea en 1995, en cuanto la caída del gigante soviético se lo permitió, y ha sido de los primeros en apuntarse al club del euro. Pero ahora ha topado con un escollo mas difícil de salvar. Helsinki muestra serias reservas respecto a la política de defensa común que recoge el proyecto de la Constitución Europea, que será presentado en Salónica a finales de esta semana. Se opone especialmente a las propuestas de creación de pequeños bloques de defensa entre grupos de países dentro de la UE.
Ni el reparto de poder ni la forma de las instituciones. En Finlandia el debate sobre la futura Carta Magna europea se centra en la política de defensa. Se discute sobre ella en la prensa y sobre todo en el Parlamento, con gran poder en un país acostumbrado a los gobiernos de coalición. "Estamos fuertemente en contra de que se formen grupos de países dentro de la misma UE, de unos pocos que, en un momento dado, pudieran actuar en nombre de la Unión", indica la ministra de Comercio Exterior y Desarrollo, Paula Lehtomäki, en una entrevista. "Deseamos desarrollar algún tipo de seguridad común, pero siempre sobre la base del interés y el acuerdo de todos los Estados miembros", añade Lehtomäki, miembro del Ejecutivo tripartito formado en abril pasado con el Partido de Centro, el Partido Socialdemócrata y el Partido del Pueblo Sueco.
Helsinki quiere trasladar el modelo que guió la introducción del euro a la política de defensa, es decir, que los Estados miembros discutan una lista de condiciones iguales para todos para formar parte de la defensa y seguridad común, con unos plazos y objetivos claros. "Después, cada país podría incorporarse cuando lo estimara oportuno en base a esos criterios previamente establecidos", recalca Jan Store, director general del Departamento para Europa del Ministerio de Asuntos Exteriores.
El artículo 15 de la futura Constitución regula la creación de la defensa común. Y ahí está el problema. A juicio de Helsinki es ambiguo. Una ambigüedad que el Gobierno finlandés se aplica a sí mismo a la hora de pronunciarse abiertamente sobre una unión de defensa europea. Pero muestra sin tapujos su rechazo firme a la figura del presidente del Consejo Europeo, y prefiere el sistema actual de rotación de presidencias semestrales.
La defensa común daría a la UE un carácter mucho más militar, y hablar de temas militares en Finlandia puede ser delicado. Tras 600 años de dominio sueco y dos siglos bajo dominio ruso, el país se independizó de Moscú en 1917. Mientras Europa sufría la II Guerra Mundial, Finlandia fue invadida dos veces por la Unión Soviética, que le arrebató un 10% de su territorio. La guerra fría no fue mucho mejor y durante décadas el país vivió con el temor a su vecino soviético. "Aquí ha crecido la mentalidad de que no nos podemos fiar de la ayuda exterior, porque durante la guerra nadie nos ayudó; pensamos que hay que mantener abiertas todas las opciones y ese sentimiento está muy arraigado entre los finlandeses", explica Vera Vesara, responsable de la política para Europa central y del este en el Ministerio de Exteriores. Si Finlandia no es miembro de la OTAN es por esa sensación histórica de aislamiento. El 80% de los ciudadanos está en contra de entrar en la Alianza, según los sondeos. No obstante, el país no se considera "neutral", dice Vesara, sino "un aliado no militar".
Mientras, en el Parlamento, el Gran Comité, que supervisa la acción del Gobierno en las instituciones europeas, se prepara para la cumbre de Salónica. "Cuando hablamos de seguridad y defensa no hay diferencias entre partidos", asegura su presidente, Ville Itälä.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de junio de 2003