El pasado 31 de mayo Joan Ignasi Pla pronunció ante el Comité Nacional de los socialistas valencianos un discurso lleno de sentido común. Un análisis sensato de las causas que habían desembocado en lo que él mismo calificó de "amarga victoria" y un diagnóstico acertado de los males que aquejan al PSPV- PSOE. Al respecto, vale la pena detenerse en el apartado que dedicó a los "Ejes de nuestra estrategia para los próximos meses". Allí, constataba Pla que "queda muy poco tiempo para lograr mejorar nuestros resultados en la próxima cita electoral [las generales]" y reflexionaba: "Un partido es un instrumento cuyo fin es el gobierno del interés general [pero] no hemos sabido conectar con las capas medias urbanas (...) no hemos sido capaces de conectar suficientemente, de trasladarles nuestras propuestas, de hacerles protagonistas de nuestra campaña".
Y, tras la reflexión, el diagnóstico: "[hay que] repensar las inquietudes y necesidades de esas capas medias [y también] nuestra estructura organizativa y funcional, en especial en las grandes ciudades". Constatada la enfermedad, Pla prescribió el tratamiento: "Hemos de trabajar más y mejor en clave sectorial o social y menos en clave orgánica (...) Quiero una tupida red social que contrarreste la pesada carga de una organización que preocupada por sus asuntos internos no sepa abrirse a la sociedad (...) Debemos hacer un esfuerzo por anteponer los intereses del partido a nuestros intereses particulares. Sólo así lograremos que nuestra cohesión no sea fruto de equilibrios coyunturales basados en el reparto del pastel(...) Trabajo, trabajo y trabajo. Trabajo pensando en la sociedad y no en nosotros (...) Nuestro futuro está ligado a la necesaria modernización de las estructuras y funcionamiento del partido".
Apenas han pasado algo más de dos semanas desde que Pla realizara tan acertado diagnóstico y recetara tan adecuado tratamiento. Pero han bastado 18 días, el tiempo necesario para conformar la dirección del grupo parlamentario en las Cortes Valencianas y elegir los diputados provinciales en Alicante, Castellón y Valencia, para constatar que todas las flaquezas y debilidades del PSPV gozan de una excelente salud y que Pla sigue condenado, como Sísifo, a levantar una y otra vez una pesada piedra que, antes de llegar a la cima, cae rodando hasta sus pies. Una piedra lastrada por los basbases comarcales, su círculo más próximo (conocido por la M-30 en Blanquerías) y una aparente, pero no por ello menos inquietante, falta de autoritas, pese a detentar la potestas.
Un hecho explica mejor que nada hasta qué punto difiere la práctica de la teórica: Desde el 25-M, Pla no ha salido de la sede del PSPV, ocupado en trabajos internos. Camps, pese a su aparente ausencia, ya está en la campaña de 2004. Ésa es la diferencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de junio de 2003