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Editorial:

Más que Gibraltar

La estrategia del Gobierno de Aznar sobre Gibraltar ha hecho aguas. Ha querido mantener la ficción de que la negociación seguía avanzando. Pero está varada. El Gobierno se equivocó en su enfoque, y ahora yerra en su insistencia, cuando los llanitos se sienten triunfantes y empiezan a preparar la celebración, en agosto del año próximo, del tercer centenario de la conquista del Peñón por el almirante Rooke.

El fracaso va mucho más allá de Gibraltar. La perspectiva de una co-soberanía sobre el Peñón se ha revelado un camino peligroso, que suscita analogías respecto a las demandas marroquíes sobre Ceuta y Melilla. Es verdad que se trata de casos jurídica e históricamente muy distintos, pero Londres los ha invocado a la hora de dejar dormir el contencioso sobre el Peñón. El Gobierno británico ha llegado incluso a insinuar que la base militar en el Peñón seguiría bajo soberanía de su Armada porque en esta parte del mundo los países europeos que cuentan militarmente son el Reino Unido y Francia. ¿Así le devuelve el amigo Blair a Aznar su incondicional apoyo en el Consejo de Seguridad a la posición mantenida por Washington y Londres ante la guerra de Irak? La famosa amistad y relación especial entre Blair y Aznar ha reportado hasta ahora escasos réditos a España en las cuestiones que más interesan a nuestro país en el ámito bilateral o en la escena europea. En la recta final de la Convención constitucional, los británicos han abandonado a España en la defensa de la posición lograda en el Tratado de Niza. Y en muchas otras materias -salvo en el empuje, sin gran éxito, de la desregulación en Europa- Madrid y Londres se sitúan en ámbitos a menudo contrapuestos. Contra el Peñón, lo que ha naufragado es el concepto de Aznar de esa nueva Europa que Rumsfeld agita. Era un un espejismo. Lo que no quita para que un día haya que intentar de nuevo resolver la cuestión de modo razonable.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de junio de 2003