Ingenioso y brillante se mostró ayer Andrew Crumey (Glasgow, 1961) durante la presentación en Madrid de los personajes de su último trabajo, El principio de D'Alembert (Siruela). Esta novela es un tríptico histórico sobre la memoria, la razón y la imaginación en la Europa del siglo XVIII. Crumey cuenta la vida del científico D'Alembert, que recuerda su amistad con Jean Jacques Rousseau y Denis Diderot y que se lamenta de su amor por una mujer, su secretaria Julie, que lo engañó durante años. Al mismo tiempo, un exiliado jacobita sueña con viajar a los planetas del sistema solar, y en una cárcel, dos prisioneros departen sobre el amor, el lenguaje y el destino. El escritor Luis Magrinyà, que asistió a la presentación del libro, realizó un exhaustivo análisis de El principio de D'Alembert en el que destacó el problema de "la unidad y su búsqueda" y en el que, según dijo, "la imaginación está siempre presente".
Crumey trabajó como físico antes de dedicarse a la literatura. "En física, llegué tan lejos como pude y por ello pensé en dedicarme a algo más fácil. Me gusta escribir y me divierto". El principio de D'Alembert trata de "la dualidad entre lo racional y lo irracional, entre lo que es el destino y la casualidad". El escritor habló de su proceso creativo y dijo que no determina de antemano la estructura narrativa de sus obras y que entre el fin de una novela y el inicio de otra descansa tan sólo un par de semanas, porque sino se aburre. "El libro tiene que encontrar su estructura gradualmente. Escribo igual que leo porque quiero saber qué ocurre cada vez que paso una página. En la primera de las historias empleo la primera persona, la tercera y la epistolar porque era la mejor manera que encontré para ir creando lo que deseaba".
En las tres novelas de Crumey que se han publicado en España -anteriormente fueron Pfitz y El señor Mee- hay personajes que se repiten. "Mis libros tienden a entremezclarse y por eso es normal que los personajes fluyan de una a otra novela", indicó el escritor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de junio de 2003