La novillada de Nazario Ibáñez, desigual de presentación, tuvo sobre todo una evidente falta de raza. Con muy poco fondo, anduvo también escasa de fuerzas. El quinto, que se pegó una fuerte voltereta de salida, quedó inútil para la lidia aunque el presidente lo mantuvo en el ruedo a pesar de la fuerte protesta. Tanta bronca se armó que hubo de regalar el sobrero. Material, pues, poco apto para el lucimiento.
Fran Moreno sorteó con oficio la tarde, sin grandes alardes pero bajo una seguridad muy evidente. La faena al primero de la tarde fue más un proyecto que realidad, muy empeñado siempre en componer la figura. A ese novillo le dio con el capote dos verónicas y una media muy caras. El cuarto, descompuesto y sin definición, dejó a Moreno repetir signos de oficio, aunque en esta ocasión se enganchó demasiado con la muleta. Con las banderillas, sobrado.
Ibáñez / Moreno, Ibáñez, Palazón
Novillos de Nazario Ibáñez, faltos de raza. Fran Moreno: oreja; aviso y silencio. Jorge Ibáñez: aviso y saludos; silencio; oreja en el que regaló. Francisco José Palazón: saludos y oreja. Plaza de Alicante, 18 de junio. 3ª de feria. Un cuarto de entrada.
El segundo de la tarde tuvo un punto de violencia al tomar la muleta. Jorge Ibáñez, en labor más opaca que de brillo, lo templó. Pero la faena no rompió nunca la vulgaridad. Al inutilizado quinto, que brindó absurdamente al público, lo despachó con brevedad. Con el sobrero, que tuvo mejor son, anduvo fácil.
Las dos faenas de Palazón se recrearon a golpes de torería. Muy centrado con el feo y basto tercero, sacó muletazos de mucho porte. El sexto le sirvió a Palazón para ligar con mucha personalidad en un palmo de terreno una faena en donde el color y el sabor eran cosa del torero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de junio de 2003