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Editorial:

Musulmanes en Francia

El Gobierno francés había constituido un Consejo para el Culto Musulmán para promover la integración y los hábitos republicanos entre los cinco millones de practicantes de esta religión en el país. En el proceso, primero a escala nacional y finalmente en los Consejos Regionales, ha ganado terreno la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF), próxima a los Hermanos Musulmanes. La derrota de las posiciones moderadas ha llevado a Dalil Boubakeur, rector de la mezquita de París y próximo a Chirac, a plantear su renuncia a la presidencia del Consejo del Culto Musulmán. El radicalismo entre los musulmanes en Francia que ha aflorado con estas elecciones pone de relieve un problema, pero no resta acierto a la iniciativa del ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. Todo lo contrario.

Lo que resulta más preocupante es que, tras el intento de dotar de mayor representatividad a los musulmanes en Francia, el Gobierno contemple la conveniencia de una ley que prohíba a las jóvenes musulmanas llevar el velo o pañuelo islámico en el colegio. La iniciativa llega en un momento de radicalización islámica, pero también cuando los casos problemáticos se han reducido a la mitad respecto a hace diez años, y arranca de la resolución del Consejo de Estado de 1989 que dejó sentado que la esencial laicidad del Estado francés no puede tolerar en su ámbito símbolos o actos de "presión, provocación, proselitismo o propaganda", algo que permite márgenes a la interpretación.

La prohibición por principio no puede ser una solución, y preocupa a otras confesiones, cuyos practicantes también exhiben símbolos religiosos. La escuela, en especial la pública, está para educar en la integración y no en la represión. Si Francia consigue hacer compatibles islam y república en su actual experimento será un paso adelante muy útil para el conjunto de Europa y para sus relaciones con el mundo islámico.

El Gobierno francés ha emprendido, a lo que parece, una política hacia el mundo islámico que combina el palo y la zanahoria. Es lo que se puede también deducir de las detenciones cerca de París de 150 muyahidin del pueblo, que constituían la cúpula del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán. Este grupo fanatizado ha sido considerado por el Gobierno francés como un "centro operativo terrorista" y "un peligro para Francia", y de su potencial conflictivo da idea que pocas horas después tres de sus militantes se autoinmolaran con fuego. Según Sarkozy, Francia "no puede tolerar ser la retaguardia" de un movimiento contra Teherán. Mientras la UE aprieta las tuercas para que Irán no se dote de armas nucleares, con las detenciones, Francia hace un doble gesto amistoso en dirección a Teherán: hacia el régimen de los ayatolás y hacia los estudiantes en revuelta, para indicar que la alternativa a un régimen integrista no puede ser otro todavía más fundamentalista.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de junio de 2003