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Crítica:CRÍTICAS

Un 'genio' en decadencia

He aquí un producto típico de nuestro tiempo: segunda parte de un discreto filme de hace dos temporadas, de esos que alguna vez se llamaron de serie B; dirigido por un director, John Singleton (sí, el de Los chicos del barrio), otrora paradigma del cine comprometido, del rompedor cine de la negritud, hoy devaluado a genio venido a menos. Protagonizado por un chico, Paul Walker, que rezuma chulería y testosterona a partes iguales, y por una chica (Eva Mendes, nuevo gancho del latin power hollywoodense: la veremos pronto en hasta ¡cuatro! películas diferentes) que seguro tiene problemas con la talla de su sujetador -no es un comentario machista: salta a la vista, con perdón- e, imprescindible, saturado de efectos especiales, que por algo la primera parte dio sus dividendos, A todo gas 2 es una truculenta, espídica e inverosímil película de carreras clandestinas de coches. Un filme hecho no ya con una sola idea, sino con media, y aún, y sin ningún elemento común con algunos grandes títulos de antaño que también abordaban este tipo de situaciones como rituales de paso hacia la edad adulta: por ejemplo, Rebelde sin causa, la inmortal película de Nicholas Ray, o con American Graffiti, atractiva revisitación de la adolescencia de los sesenta hecha por un jovencísimo George Lucas.

A TODO GAS 2

Dirección: John Singleton. Intérpretes: Paul Walker, Tyrese, Eva Mendes, Cole Hauser, Chris Bridges, James Remar, Devon Aoki. Género: aventuras, EE.UU., 2003. Duración: 95 minutos.

Es película porque está hecha sobre celuloide impresionado, la interpretan actores y tiene algo parecido a un guión. Pero en realidad se trata de un artefacto pensado para pasar (pasablemente) el rato, a condición de que el espectador sea un amante desaforado de los trompazos, los coches "molones" y las situaciones "más difícil todavía". Viene precedido por la polémica, toda vez que, dicen los papeles, en EE UU ya se han matado algunos descerebrados intentando emular las hazañas automovilísticas de los protagonistas del asunto en su primera parte, A todo gas -lo recordó en Madrid, hace unos días, el propio protagonista-.

Pero no sea incauto, lector: estas noticias de páginas de sucesos no son más que un apunte al margen, sólo un asunto de astuta mercadotecnia: las calidades artísticas, el interés sociológico, el discurso crítico sobre el mundo del crimen, el tráfico de drogas y la misma existencia de competiciones como las que aquí se muestran, o más sencillamente, el cine, decididamente, no están aquí, sino en otra parte, en cualquier otra parte.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de junio de 2003