Mucho ha pasado desde que, a comienzos de los años veinte, Cecil B. de Mille inaugurara la comedia de guerra de sexos con un filme abyecto, Male and female, en el que se sancionaba la innata superioridad masculina sobre el entonces llamado bello sexo. Segmento mayor de la gran comedia del Hollywood clásico, el filme de encontronazos, más que encuentros, pero con un final gratificante, tuvo momentos de gloria (baste recordar gran parte de la filmografía de Claudette Colbert, o la de la pareja que formaron Katharine Hepburn y Spencer Tracy) y, por lo que parece, sigue gozando de buena salud: por lo menos hasta nuevo aviso, los hombres y las mujeres nos seguimos enamorando, a Dios gracias.
CÓMO PERDER A UN CHICO EN DIEZ DÍAS
Dirección: Donald Petrie. Intérpretes: Kate Hudson, Matthew McConaughey, Kathryn Hahn, Annie Parisse, Adam Goldberg, Thomas Lennon III. Género: comedia, EE UU, 2002. Duración: 116 minutos.
Tampoco es nueva la fórmula de la apuesta como motor de una ficción de atracciones heterosexuales, incluso en sus versiones más actualizadas: el modelo desdeñoso playboy que ocupa su tiempo en ligoteos, como en El diario de Bridget Jones, o incluso la sarcástica desmitificación del macho conquistador, como en la notable En compañía de hombres, de Neil LaBute. En este caso, se riza un poco el rizo para hacer viable un nuevo esquema: la chica tiene un motivo para ligarse al chico, y éste, a su vez, también lo tiene para hacer lo propio con ella. Obviamente, ambos motivos son inconfesables, y ella se dedicará a mortificar al macho mientras él, sabedor de que el premio final es muy sabroso (y no incluye a la chica, claro está), resiste incólume las embestidas de ésta.
Como comprenderá el lector, la fórmula necesita de un elemento imprescindible: que se produzca la necesaria química entre los intérpretes. Y la verdad es que ésta funciona: la resultona Kate Hudson (la conocimos, y cómo, en Casi famosos, un papel revelación en una película que pinchó ruidosamente) y el atractivo McConaughey, de quien desconocíamos sus aptitudes para la comedia, resultan creíbles y cercanos en sus respectivos papeles. Otra cosa es que una mujer que conquista a un hombre por su fogosidad y su inteligencia se comporte luego como una perfecta idiota, una imposición de guión ciertamente desmesurada, y que en ocasiones amenaza la credibilidad del asunto.
Y también su perfecto mensaje conservador: la chica descubrirá que se está enamorando cuando vea al objeto de sus tormentos en familia, feliz, distendido... Cosas de estos tiempos de cerrojazo neoconservador; pero también lugares comunes de un género mayor, que hace algún tiempo que se olvida de transgresiones, por pequeñas que sean.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de junio de 2003