Las interminables reuniones del Consejo de ministros de Agricultura, que se disponía a acometer una reforma crucial de la PAC (Política Agrícola Común), quedaron ayer suspendidas hasta el próximo miércoles. Decepcionados y fatigados, los miembros de las delegaciones nacionales de los quince fueron incapaces de resolver sus diferencias. La oposición francesa a la reforma fue determinante, pero no la única. "La presidencia griega y la Comisión han sido incapaces de hacer propuestas aceptables. Todos estamos descontentos", dijo un negociador español. El ministro griego hizo votos porque, al menos, se logre un acuerdo antes de que acabe su mandato el próximo 30 de junio.
La reforma de la PAC que pretende acordar la Unión Europea es un cambio en profundidad que está afrontando serios tropiezos. El nuevo aplazamiento se suma al ya habido la semana pasada y a un sentimiento general de impotencia. "Hemos decidido por unanimidad suspender la reunión porque el acuerdo requiere un tiempo de maduración", dijo el ministro griego Giorgios Drys. "Lo que pasa es que todo está muy verde", respondió una fuente diplomática.
Las constantes llamadas a consultas (Jacques Chirac ha hablado con su ministro Hervé Gaymard cada dos horas) sólo parecieron tensar aún más la situación. El comisario de Agricultura Franz Fischler y la presidencia griega de turno presentaron ayer una nueva propuesta de compromiso que no logró contentar a nadie. Y, sin embargo, los avances fueron expresamente valorados por diversas delegaciones, incluida la española.
Los países de mayor renta lograron, por ejemplo, frenar el masivo desvío de dinero que les suponía perder parte de sus ayudas agrícolas a favor de programas de desarrollo rural en las zonas más pobres, un punto que favorecía enormemente a España. Nadie pone en cuestión un capítulo esencial de la reforma: ese desvío de parte de las ayudas directas al campo (que se llevan cada año 30.000 millones de euros) hacia el desarrollo rural en un 5% a partir de 2007, por considerar que es un instrumento de continuidad con el espíritu fundacional de la PAC, el de mantener el tejido rural, sin incentivar como hasta ahora la producción y, en consecuencia, los excedentes.
El escollo era que la mayor parte de esos recortes hechos en los países más ricos (Alemania, Reino Unido, Holanda, Suecia y Dinamarca, pero también Francia) emigrarían hacia España, Grecia, Portugal, Finlandia y, en el futuro, Polonia. Alemania, seguida de Francia, se negó en redondo a perder aún más fondos de los ya previstos y logró quedarse con hasta el 80% de los recortes que le tocan.
Los principales contribuyentes de la PAC (43.000 millones de euros anuales, casi la mitad del total del presupuesto de la UE) ya saben y admiten que van a sufrir serios recortes con la reforma que ahora se discute, dado que las reducciones (tanto la planificada para desarrollo rural como las futuras que se dispongan para respetar el techo presupuestario) irán a cargo de las grandes explotaciones, mayoritarias en sus territorios.
A cambio, España parece haber logrado una compensación que el ministro Miguel Arias Cañete consideraba fundamental: mantener la mitad de las ayudas ligadas a la producción en ovino y caprino. España considera que desincentivar la producción en este sector es su sentencia de muerte porque alentará su definitivo abandono.
La otra gran compensación para España, esta vez con el apoyo francés, ha sido la de tumbar la idea original de Bruselas de desvincular totalmente de la producción las ayudas agrícolas: seguir pagando a los agricultores con fondos comunitarios en virtud de otros conceptos, como la buena situación agropecuaria de la explotación, pero no por la cantidad de ganado o de cebada que produzcan. Para Francia, máximo productor agrícola, y para España tal principio era inaceptable.
Sistema intermedio
Pero Francia puso todas las dificultades para el acuerdo, lo que irritó profundamente a Fischler. Francia no admite la posibilidad de que algunos países puedan optar libremente por la desvinculación total de la producción que quería permitir Bruselas por considerar que abría el camino a la inequidad en contra de un mercado común que debería tender a funcionar con las mismas reglas.
El sistema intermedio que defienden Francia y España arroja incógnitas. "El problema de esta reforma es que nadie sabe muy bien cuáles van a ser las consecuencias", aseguraba ayer una fuente diplomática. "En ninguna otra región del planeta se ha ensayado algo similar", explica un experto.
Fischler ha admitido que el talón de aquiles de su reforma es el riesgo de abandono de la producción, pero a partir de ahí acusa a los ministros de presentar peticiones inabordables: menos recortes para los precios de intervención de los cereales, más ayudas para el trigo duro, para los frutos de cáscara, más cuotas lecheras...
Todos coinciden, sin embargo, en que si la reforma no sale será más difícil negociarla el año próximo entre 25 (una vez ampliada la Unión) y que un acuerdo ahora situará a la UE en mejor posición en la próxima ronda negociadora de Cancún (México) en septiembre próximo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de junio de 2003