Me alegra leer en su diario que nuestro nuevo alcalde va a evitar que se traslade de su emplazamiento actual la estatua de Dalí, ya que se podría romper. Desgraciadamente, ya llega tarde para evitar la demolición de la casa de Iván de Vargas, donde sirvió San Isidro y que era un lugar entrañable para los madrileños.
No comprendo cómo se ha podido hacer algo así con una construcción de cinco siglos que mostraba un modelo de casa de labranza de aquella época en pleno centro de Madrid. Yo me disgusté muchísimo cuando me enteré, y supongo que lo mismo habrán sentido los habitantes de esta ciudad con la decisión de nuestro saliente edil.
Ojalá se pudiera reconstruir siguiendo el mismo modelo y que sirviera para un fin cultural.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de junio de 2003