Tras una excepcional temporada, la Real ya no depende de sí misma para ser campeona de Liga. En solo siete días hemos pasado de la euforia colectiva a esperar que pase un milagro. Ahora hay que ganar al Atlético de Madrid en Anoeta y confiar en que el Athletic puntúe en el Bernabeu.
El doble duelo vasco-madrileño decidirá un título que la Real ha merecido, por juego, durante todo el campeonato. Merece algo más que el honor de ser el mejor equipo y de disputar la Champions el próximo año. El título sería lo más justo, pero lo dicho, hará falta un milagro. Será necesario invocar a los mejores espíritus realistas de los últimos tiempos: al gol del Molinón, al ánimo de Atotxa, al espíritu copero de La Romareda y, dirigiendo la orquesta, convocaremos al mejor de todos éllos, al espíritu que por sí solo representa a una afición que vive este deporte con ilusión y entusiasmo, Aitor Zabaleta. El espíritu de un realista al que unos patriotas sin cerebro asesinaron a la entrada del Calderón por animar a su equipo y defender con orgullo los colores de su ciudad.
El éxito ya está asegurado. La Real volverá a Europa por la puerta más grande y la grada txuriurdin sabrá celebrarlo por todo lo alto. Animando a su equipo, goleando a los colchoneros y esperando que los leones se pongan de morados de merengues. Y que a San Mamés venga la UEFA y que con la ayuda de los espíritus la Real gane la Liga en Anoeta, aunque sea de milagro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de junio de 2003