Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra

El dilema de Guti

José María Gutiérrez, Guti, oyó el pitido del árbitro y se lanzó a buscar los brazos de su preparador, el mismo de casi toda su vida desde que era un cadete rebelde y contestón: Vicente del Bosque. Después, se quedó un rato aparte, en un extremo. Le costó participar en el corrillo festivo que sus compañeros representaban en el centro del campo. No terminaba de encajar en esa escena y tardó en entrar en la rueda saltarina y en la vuelta de honor al estadio. El centrocampista sentía una emoción especial. Una emoción más allá de la victoria. Guti no había celebrado ninguna Copa de Europa desde el césped, por ejemplo. Además, desde el anuncio el pasado miércoles de la llegada del inglés Beckham, el jugador de Torrejón se siente desplazado y ha llegado a decir que no le importaría "marcharse a otro club".

Guti entró con el pie derecho al campo y nada más pisar el césped pudo ver una pancarta que, colgada a todo lo ancho del fondo sur, rezaba: "Guti no está en venta, es uno de los nuestros". "Guti se queda, Guti no se vende" era el estribillo favorito de la grada. También los aplausos sobredimensionados y los murmullos de aprobación cada vez que tocaba el balón.

Hace muchos años, cuando Guti peinaba aún su pelo lacio, Del Bosque se fijó en "un zurdito" que le había señalado Uceda, el que fuera zaguero del Rayo. "Hay un chaval que juega de maravilla", le soplaron a Del Bosque, entonces uno de los técnicos de la Ciudad Deportiva para las categorías inferiores. Desde entonces, Guti se convirtió casi en una cuestión personal para el preparador salmantino, que recuerda que se aplicó a disciplinar al jovencísimo canterazo. Dentro de ese proceso de tutelaje, en el que se sentían "como un padre y un hijo", Del Bosque, según comentó ayer en la Ser, le trató de imponer a Guti que se cortase el pelo. El chaval le "mandó a la porra". Un chico con carácter.

Ayer, Guti ya estaba casi en el vestuario cuando oyó que unos aficionados le reclamaban. Llevaba unas chanclas que dejaban ver sus dedos y ya se había puesto una camiseta conmemorativa de la 29ª Liga de su equipo. El centrocampista giró sobre sí mismo y volvió por la bocana hasta el césped. Allí celebró el campeonato otra vez con los hinchas y se despidió de ellos. No se sabe si hasta la próxima temporada o hasta nunca. Los directivos blancos comieron el viernes con el jugador pero también han dejado claro que si llega alguna oferta interesante por él, lo venderían.

El jugador se perdió entre los miles de aficionados que esperaban al autocar que lo trasladaría hasta la Cibeles. Para celebrar su Liga. La que ganó estando en el césped en el partido decisivo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de junio de 2003