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Crítica:CLÁSICA

Haciendo afición

Con treinta y cinco grados a la sombra en pleno mediodía qué mejor cosa, si se está en la plaza de Oriente, un domingo del mes de junio, que meterse en el Real con los niños. No parecieron aburrirse ni tampoco dieron la lata: un par de llorones a los que hubo que sacar de la sala y poco más.

El programa elegido por el teatro para su Concierto en Familia era de los de libro, con la Sinfonía de los juguetes, de Mozart padre, y Pedro y el lobo, de Prokofiev. En estas ocasiones suelen usarse, en la primera personajes famosos para los instrumentos de mentira que don Leopold proponía, pero esta vez fueron niños como los del público los que se hicieron cargo, con lo que eso supone de esforzada y, a la vez, naturalísima seriedad. Aquí los mayores acostumbran hacer el ridículo y entre los pequeños siempre hay cierta complicidad entre la solidaridad de clase y la envidia por no estar en el escenario.

Concierto en Familia

Roberto Álvarez, narrador. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Josep Caballé-Domenech. Obras de Leopold Mozart y Prokofiev. Teatro Real. Madrid, 22 de junio.

En Pedro y el lobo sí apareció el famoso, el actor Roberto Álvarez. Con una orquesta muy bien llevada por Josep Caballé-Domenech, Álvarez fue un buen narrador, aunque por momentos los chavales no acabaran de escucharle con claridad. Y ahí, en la claridad no tanto de audición como de exposición, puede estar el quid de estas cosas, en no darlas tal cual, sino en explicarlas antes, en que los niños no tengan que preguntar "¿Qué ha dicho?", y mientras alguien le responde "Que la flauta es el pájaro" ya no puedan oír que el gato es el clarinete. Se haría más largo pero sería más útil. El aficionado se va formando a medida que entiende lo que oye y, como en las matemáticas, ningún paso es inútil. Que se lo digan, si no, a tantos padres para los que estos conciertos son su propio bautismo musical.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de junio de 2003