Un día después de conseguir la 29ª Liga para el Real Madrid, Vicente del Bosque, a sus 52 años, abandona el cargo. La política del cambio de ciclo ha dilapidado la carrera del preparador salmantino al frente del club blanco, para el que ha logrado dos Ligas, dos Copas de Europa y una Intercontinental. Del Bosque representa la templanza en un vestuario condenado al exceso. Inmerso en una hambrienta vorágine de exploración de nuevos mercados, el Real Madrid y su imagen no casaban con la del técnico. Para nada sirvió que público y plantilla presionaran al presidente para que apostase por la continuidad, especialmente la noche del domingo pasado.
El mismo Del Bosque se encargó de recordar que su última renovación, en mayo de 2001, todavía sin títulos ese ejercicio, sólo requirió una negociación de "tres o cuatro" minutos. Esta temporada, a pesar de las permanetes promesas de Florentino Pérez y Jorge Valdano sobre la conveniencia de su renovación, contrató a un abogado, Pedro de Felipe. La maniobra no contentó al presidente.
El desconcierto en Del Bosque era palpable. En la víspera del encuentro contra el Atlético de Madrid en el Calderón declaró que intuía que "no iba a seguir".
El recorrido que culminó ayer con su destitución comenzó a asfaltarse la noche en la que el Real Madrid cayó eliminado en la Copa de Europa. Apabullado por la furia del Juventus, el Real Madrid se mostró intimidado. Florentino Pérez censuró la falta de energía de su equipo. A Del Bosque le denostó entonces la impericia en las rotaciones de la plantilla. Para el entrenador se agotó la credibilidad, y cada vez que llamaba a la directiva para pactar un nuevo contrato, tropezaba con gestos de desencanto. Quizá por eso, cuando los jugadores sonreían abiertamente tras golear 0-4 al Atlético de Madrid, Del Bosque y sus colaboradores aguardaban en la puerta cero del feudo rojiblanco con el rostro serio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 24 de junio de 2003