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FÚTBOL | Copa Libertadores

Boca y Santos, dos históricos, se miden en la final

"El Santos, por habilidad individual y ambición ofensiva, te liquida si le entregas las bandas y le das espacios. El Boca Juniors te cierra primero las puertas y luego te liquida". El análisis es de Víctor Luna, el entrenador del Independiente de Medellín, colombiano, que perdió ante los dos equipos que esta noche (Eurosport, mañana en diferido a las 23.15) disputan la ida de la final de la Copa Libertadores de América.

El Boca y el Santos, el equipo de Maradona y el de Pelé, ofrecen, sí, dos estilos distintos. El conjunto argentino mantiene sus señas de identidad para afrontar su tercer asalto al título en cuatro años: en 2000 batió al Palmeiras, brasileño, y en 2001 al Cruz Azul, mexicano, con Carlos Bianchi al frente, con el que se llevó su última Copa Intercontinental, en 2000 y ante el Madrid; un técnico que ya había ganado una Libertadores al São Paulo y una Intercontinental al Milan con el Vélez Sarsfield en 1994.

Tras un año sabático Bianchi ha vuelto al Boca por aclamación popular de su hinchada y, pese a que ya no cuenta con Riquelme y Palermo, las premisas son las mismas: equilibrio defensivo, contragolpe y contundencia en las dos áreas. Su figura es Tévez, un punta astuto y habilidoso.

Precisamente el equilibrio es un concepto que no parece figurar en el diccionario del Santos. Tras muchos años de mediocridad, el equipo brasileño resurgió ganando su campeonato con un fútbol que recordaba épocas pasadas por su atrevimiento ofensivo. De la mano de una irreverente generación de jóvenes domada por un preparador de modales rudos y capacidad motivadora como Emerson Leão, ha convencido hasta a los escépticos. Su media de edad apenas supera los 22 años y cuenta con algunas piezas destacadas cuyas virtudes son seguidas con lupa por los grandes clubes europeos: Renato es un volante con criterio; Ricardo Oliveira, el mejor goleador de la Libertadores, con nueve tantos; Robinho, un delantero eléctrico de una habilidad tan asombrosa como su delgadez, y Diego, un 10 que parece haber nacido con un mapa del campo bajo el brazo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de junio de 2003