A Ruiz-Gallardón no le he votado, pero le felicito por haber tenido el valor suficiente, que su predecesor no tuvo, para impedir que los mercenarios del fútbol y sus seguidores se subieran en la Cibeles. Es necesario que los futbolistas se den cuenta de que no son dioses, y que el hecho de que por su trabajo les den mucho más dinero que al resto de los trabajadores nos les hace superiores; por el contrario, a menudo demuestran con creces sus limitaciones intelectuales. Repito, gracias y que esto sea el principio de otra serie de medidas que se están necesitando con urgencia en Madrid.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 26 de junio de 2003