Al cineasta Pablo Trapero (Buenos Aires, 1971) le gusta difuminar los límites entre lo real y lo ficticio. Jugar al equívoco entre el documental y el largometraje de ficción. Él disfruta mezclando en las escenas a actores con miembros de su familia sin las nociones básicas de interpretación, o intercalando localizaciones en el barrio en el que creció con las del argumento. Jugó a este difuminado en su ópera prima Mundo grúa (2000) y vuelve a hacerlo en El boneaerense, que se estrena hoy en España y en la que Trapero es director, guionista y productor. "El límite lo tenemos en la vida cotidiana, aunque a veces la realidad supera la ficción, como con el corralito en Argentina o José María Aznar liderando la guerra de Irak. ¿Cómo se lleva eso?", se preguntaba el miércoles el realizador recién llegado a Madrid desde Buenos Aires.
MÁS INFORMACIÓN
El boneaerense se acerca al mundo de la policía, pero no pretende, dice Trapero, "contar los enredos policiales como si se tratase de una película policial, ése no es el objetivo". Su propósito es "acompañar a Zapa mientras su vida se templa en un ambiente hostil que provoca más hostilidades", afirmó el cineasta. Zapa es un cerrajero de un pequeño pueblo del Gran Buenos Aires que pasa una noche entre rejas tras abrir una caja fuerte y, recomendado por su tío, se convierte en aspirante a la policía bonaerense, la más controvertida de Argentina.
"El mundo de la policía fue un descubrimiento, conocí gente y locales que nunca hubiera visitado de no ser por la película, e hice una doble investigación: por un lado, la más elemental de acudir a una comisaría o charlar en la calle con un agente, y por otro, el trabajo de documentación con periodistas o policías retirados", dijo el productor, que estudió en la Universidad de Cine de Buenos Aires. "Cuando se estrenó la película fue curioso. Los oficiales de policía argentinos negaban los hechos y al mismo tiempo salían en los diarios y en los noticieros cosas terribles que ellos hacen", contó.
Mundo grúa se ródo en vacaciones y en los fines de semana con un presupuesto de 50.000 dólares y con la ayuda de amigos. "Fue una película muy barata. La pagué también con el dinero que ganaba con los premios de un corto. Pero en El boneaerense la estructura de producción no podía ser la misma. Empezamos a rodar a finales de 2001 y llegó el gran corralito y no podíamos sacar la plata del banco. Así que tuvimos que parar el rodaje varias veces. Entre medias tuvimos cinco presidentes", ironizó.
"No conozco ningún cerrajero que te pida papeles para abrirte una puerta. En el oficio de Zapa está latente la ilegalidad. No pregunta nunca, va y lo hace. Cuando tiene que abrir la caja fuerte hay más de una señal que hace pensar que le va a traer problemas, pero sigue adelante. Hay una ambigüedad detrás de su desinterés, porque se gesta un personaje muy peligroso. Aparentemente, no sabe lo que es la policía, porque le mete su tío, pero lo sabe y hace lo que hace", siguió el realizador, que prepara una película, Familia rodante, sobre cuatro generaciones de una misma familia que inician un viaje.
Trapero deja claro que no es una película biográfica, "pero me gusta que salgan cosas que tienen que ver conmigo, como ropa de cuando tenía 15 años" explica. "Mi abuela es la madre de Zapa, mi viejo es quien reclama las llaves, mi vieja es quien enseña el apartamento y hasta yo salgo. La mayoría son actores, pero también salen policías retirados y alguno en activo que luego ha tenido problemas", relató. "El entrenador de la academia es un policía verdadero que invierte su vida en intentar mejorar la situación en las comisarías. Me gusta que el espectador se pregunte si son actores o policías".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de junio de 2003