Soy conserje de noche en un hotel cerca de la Gran Vía. Me da mucha rabia que cada dos por tres llegan clientes a los que han robado. Es raro que cada día no haya varios extranjeros con el mismo problema: la comisaría de Fomento-Leganitos está a unos cien metros, pero los clientes tardan fácilmente dos o tres horas en presentar la denuncia porque hay cola. También tienen problemas con la cuestión idiomática, pues muy a menudo no hay intérprete de idiomas tan raros como el francés; a otros les dan un número de teléfono para hacer la denuncia de esta forma, pero llamas, y la persona que habla francés está ocupada con otra denuncia -"llame usted dentro de quince minutos"-; vuelta a empezar, y se repite la jugada. Qué vergüenza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de junio de 2003