7.15 horas de cualquier día. Me preparo para ir al trabajo. Me asomo a mí balcón y contemplo una escena familiar que se repite día a día: un hombre bien enchaquetado, encorbatado, y elegante deposita con mimo y diligencia su bolsa de basura en el contenedor. Puede ser también una mujer joven y guapa a la última moda la que efectúa la misma operación. Con el sol pasando a lo largo del día por encima del contenedor, éste se convierte en una especie de minivertedero maloliente en mitad justo de la calle.
23:00 horas de cualquier día. Acaba de retirarse el camión de la basura y el suelo, paradójicamente, está repleto de desperdicios, papeles, líquidos putrefactos y lindezas similares. Uno reflexiona que con este servicio tan peculiar de recogida de basuras casi es mejor arrojar directamente las bolsas a la calle dado que el resultado final es el mismo. Supongo que el hombre que es dueño y señor de la empresa de recogida de residuos urbanos en Almería no dispone de la misma empresa para limpiar sus posesiones. Y creo que todos sabemos a quién me refiero.
Llevo 12 años en esta ciudad y no he visto ningún cambio perceptible al respecto por lo que esto se va pareciendo cada vez más al tema del huevo o la gallina. Por un lado (el de las 07:15 horas) no existe ningún tipo de cultura o educación medioambiental, ni siquiera respeto, por la calle donde se vive, así que ¿para qué necesitamos empresas de limpieza o mantenimiento, (por otro lado, el de las 23:00 horas)?
Mientras no se considere la ciudad como una prolongación del domicilio y se sienta como propia, que lo es, difícilmente cambiará esta situación tercermundista. A mí me gusta tener mi casa limpia y habitable, mi ciudad la quiero igual.
Eso sí, del tema de los parques de Almería, para qué comentar, si, como es sabido, no existen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de julio de 2003